miércoles, 3 de febrero de 2010

El pragmatismo de Lula

Hernán González Rodríguez

El Espectador, Bogotá

Febrero 3 de 2010

Antes de la Navidad de 2009, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, firmó un decreto para crear una comisión de la verdad para investigar las torturas, los asesinatos y las desapariciones ocurridas durante las dictaduras militares entre 1964 y 1985.

Antes de 24 horas le habían renunciado las cabezas del ejército, la marina, la aviación y el ministro de defensa, Nelson Jobim. De inmediato Lula se retractó y dijo que su gobierno pensaría las cosas de nuevo y todavía las está pensando.

Como se recuerda, durante tales dictaduras militares asesinaron entre 300 y 400 izquierdistas radicales y torturaron a miles de ciudadanos. Pero antes de retornar el poder a los civiles, los generales pasaron una amnistía para perdonar los "crímenes políticos" cometidos tanto por el Gobierno como por los grupos de izquierda. Y los militares sucesores, tan sólo han permitido un control muy limitado de los civiles sobre los asuntos militares.

Miembros prominentes del Partido de los Trabajadores de Lula pertenecieron a los grupos guerrilleros en los años 70, y algunos de ellos fueron encarcelados y torturados. Lidera este grupo un tal Paulo Vannuchi, responsable por los derechos humanos, y quien propuso esta comisión de la verdad. El propio gobierno de Lula había adelantado una campaña para recuperar los archivos militares de la época, los cuales fueron incinerados.

Los militares sostienen que ellos salvaron al Brasil de la amenaza comunista y que aceptarían esta comisión de la verdad si, y sólo si, se investigan a la par los crímenes de militantes de la izquierda, entre los cuales parece figurar Dilma Rousseff, quien es la candidata del partido de Lula para las elecciones de este año, otrora activista de la izquierda. No sobra advertir que las Fuerzas Armadas gozan de gran prestigio en Brasil.

En esa década, los militares salvaron al Brasil de ser una Cuba, con guerrilleros entrenados por Castro. Ellos no se enriquecieron y algunos de sus abusos se sancionaron oportunamente. Se comenta que, gracias a ello, pasaron de ocupar el lugar 49 en el mundo, ordenados por el monto de su PIB, a figurar entre los ocho primeros de hoy.

Admira a tirios y a troyanos el pragmatismo de Lula y del pueblo brasileño. Su gobierno ha sido la gran sorpresa de los últimos tiempos. En lugar de ponerse a remover las brasas, a reescribir historias décadas más tarde, las cuales poco le aportaban al progreso de su país, se dedicó a hacer de Brasil la potencia económica que está llamada ser. Lula no se ha dejado enredar por las retaliaciones de sus seguidores ni por sus envidias y resentimientos.

Las comisiones de la verdad en Argentina tan sólo han servido para polarizar al país, para retrasarlo en su progreso económico, tras nombrar para la presidencia una familia corrupta y arbitraria. Chile ha sido más pragmático aún con la elección de un presidente de centro derecha, Sebastián Piñera. La presidencia de Bachelet fue otro gran acierto.

Concluyen en Brasil que "echarle pimienta a las heridas no ayuda a sanarlas". En Colombia se considera todo lo contrario.

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