Editorial
El Colombiano, Medellín
Febrero 17 de 2010
Con una habilidad impresionante y sin saber quién le copia a quién, el gobierno de Mahmud Ahmadineyad está aplicando en Irán la misma fórmula que usa Hugo Chávez en Venezuela: inventarse un enemigo peligroso por fuera para distraer la atención sobre los graves problemas internos que los aquejan.
Y a los dos les sirve el mismo enemigo: Estados Unidos. Razón suficiente para comprobar que los argumentos de Ahmadineyad y Chávez son copia burda de la extinta guerra fría que otrora sirvió para esconder peligrosas intenciones. No obstante, pocos ahora están dispuestos a seguir el juego. Se entiende así que la respuesta del líder iraní a las peticiones de Occidente de suspender su programa nuclear sea la contraria y Ahmadineyad amenace con enriquecer uranio al 20 por ciento, el nivel que se necesita para fabricar una bomba de máxima destrucción.
El viejo truco de responder con amenazas es la fórmula que no logra esconder la profunda crisis institucional, económica y social que se vive en Irán y que la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, define como la inminente dictadura militar hacia la que va el gobierno de Teherán.
Parece repetirse la historia de hace tres décadas, cuando la revolución iraní derrocó la monarquía de la familia Pahlevi y nadie había sido capaz de predecir la caída del Sha. Hoy, esa situación se siente más cercana y es posible que se repita para el ayatolá Alí Jamenei, el líder de la revolución. La llamada Guardia Revolucionaria, tal como lo dijo Hillary Clinton, ha comenzado a minar las bases que sostienen a Jamenei, mientras Ahmadineyad pierde respaldo y se acrecienta el descontento popular.
Estados Unidos lo sabe y por eso resulta fundamental neutralizar las intenciones de Ahmadineyad de provocar una arremetida violenta como la que sucedió recientemente en Yemen y las que se siguen presentando en puntos clave para la política internacional de Obama en Oriente Medio y Afganistán. No es casualidad "ni falta de oficio", como dijo irónicamente el Presidente de Irán, la presencia de la Secretaria de Estado norteamericana en Arabia Saudita, el torniquete de Obama en la región del Golfo.
Juega a favor de Obama el hecho de que antiguos aliados de Irán, como Rusia y China, comenzaron a ver también amenazadas sus posiciones militares en Europa y Asia en momentos en que Estados Unidos ofreció un cambio de estrategia para enfrentar los desafíos globales que plantó el terrorismo islámico.
De ahí que todavía sea una incógnita el rumbo que puedan volver a tomar las relaciones de Estados Unidos con China, ahora que Obama desoyó las peticiones del régimen de no reunirse con el líder del Tíbet, el Dalai Lama, cita prevista para mañana.
El más beneficiado con el distanciamiento E.U. - China, vaya paradoja, es el propio Ahmadineyad.
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