domingo, 7 de febrero de 2010

Nada que no supiéramos

Editorial

El Mundo, Medellín

Febrero 7 de 2010

Son “patadas de ahogado” para responder a cargos que están plenamente comprobados y documentados.

Anda furioso el coronel-presidente Chávez porque le volvieron a restregar, ante la inmensa audiencia internacional, su conocida simpatía y la muy probada colaboración de su gobierno con la guerrilla de las Farc, esta vez de manera explícita – como no lo había hecho antes ningún vocero o alto funcionario de los Estados Unidos – dentro de la evaluación anual que realiza la Agencia Nacional de Inteligencia (DIA, por su sigla en inglés), que agrupa a todos las agencias de inteligencia del país, entre ellas la CIA y el FBI, y que fue presentada el miércoles al Congreso por su director, Dennis Blair.

En la llamada “Evaluación Anual de Amenazas de 2009”, un documento de 45 páginas cuya versión en inglés se puede consultar en Internet, la DIA entrega un análisis de lo que sus agentes y especialistas en política internacional ven como amenazas a la seguridad de los Estados Unidos en distintos escenarios internacionales, como Medio Oriente, Afganistán, Irán, Corea del Norte, etcétera, y se explaya en el tema del accionar terrorista de Al Qaeda y otras organizaciones fundamentalistas islámicas. Pero también dedica un breve capítulo, de menos de tres páginas, a América Latina, en el que hace especial mención del clima de animadversión contra los Estados Unidos, promovido y liderado por el presidente venezolano, de quien dice textualmente: “Según nuestra evaluación, Hugo Chávez mantiene desde hace décadas vínculos con las Farc. A raíz de su afinidad ideológica les otorga seguridad en Venezuela y muestra mucho interés en influenciar la política colombiana”.

También considera la DIA que “la relación de Chávez con el presidente (Álvaro) Uribe de Colombia es particularmente problemática. Su abierta oposición al acuerdo de cooperación militar con EEUU ha incrementado las tensiones fronterizas. Chávez consideró el acuerdo una declaración de guerra contra Venezuela. Está restringiendo las importaciones de Colombia. Ha advertido de un potencial conflicto militar y ha continuado con su apoyo encubierto a los terroristas de las Farc”. Advierte, sin embargo, que “la influencia regional de Chávez podría haber llegado a su límite, (pero) es probable que continúe apoyando a aliados y movimientos políticos afines en países vecinos y busque socavar a gobiernos moderados pro-estadounidenses”. Sostiene que “Chávez y sus aliados – se refiere explícitamente a Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua – probablemente seguirán oponiéndose a casi todas las iniciativas políticas de Estados Unidos en la región, incluyendo la expansión del libre comercio, la cooperación antidrogas y antiterrorista, la capacitación militar, iniciativas de seguridad y hasta los programas de asistencia estadounidense”.

Esta vez la reacción de Chávez no fue en términos destemplados, desafiantes y groseros, como suele hacerlo en sus frecuentes diatribas contra el Imperio, sino que se limitó a ordenarle a su embajador en Washington, Bernardo Álvarez, que respondiera cada uno de los cuestionamientos “cínicos y sin fundamento” que le hacían en el informe de marras. Dicen las noticias que Álvarez envió una carta al Departamento de Estado, en la que descalifica el informe de inteligencia diciendo que se trata de “ataques sin fundamento” contra la revolución bolivariana, como los que “usó el Gobierno Bush para influir en la opinión pública de cara al golpe de Estado de 2002 y para imponer sanciones políticamente motivadas contra Caracas”.

En realidad son “patadas de ahogado” para responder a cargos que están plenamente comprobados y documentados, sobre todo a partir de la revelación del contenido de los computadores incautados en el campamento de ‘Raúl Reyes’ en Ecuador, del cual el Gobierno colombiano entregó oportunamente copia a su homólogo venezolano, en un gesto de buena voluntad digno de mejor suerte. A esas se sumaron muchas otras pruebas del contubernio de miembros del gobierno chavista con los comandantes de las Farc, como la famosa “carta póstuma” de ‘Tirofijo’ del 21 de marzo de 2008, dirigida a sus secuaces cinco días antes de su muerte, que hacía parte de los archivos de un computador portátil que la Policía y el Ejército decomisaron el 31 de octubre de 2008 en un campamento del frente 38, en Puerto Asís, Putumayo, parte de cuyo contenido fue revelado en enero de 2009. Y cómo olvidar la contundente prueba de los ‘rockets’, que aquí comentamos el 29 de julio del año pasado, que develó el misterio de los lanzacohetes de que hablaba ‘Reyes’ en su intercambio de correspondencia con otros miembros del Secretariado y que la revista Jane’s, especializada en defensa, identificó como los que el Ejército colombiano incautó en campamentos de las Farc, del modelo AT-4, que resultaron vendidos originalmente al Ejército de Venezuela por el fabricante sueco Saab Bofors Dynamics.

Evidencias hay muchas y lo interesante del informe norteamericano es que el Imperio, en la era Obama, ya no se limita a manifestar “su preocupación” por la supuesta “tolerancia” del gobierno Chávez con una organización terrorista, sino que la documenta y la respalda con un documento preparado por la cumbre de sus organismos de Inteligencia.

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