Sergio de la Torre
El Mundo, Medellín
Febrero 7 de 2010
Ahora que, como era de esperarse, se ha filtrado y se conoce el sentido de la ponencia del magistrado Sierra Porto, mal podían faltar los inevitables comentaristas capitalinos, con aire de profetas y ese tonito de sabihondos que acostumbran los predictores en su ardua labor de adivinar que va a suceder lo que desde ya tiene una altísima probabilidad de que suceda.
Como cuando pronosticamos que tras el día vendrá la noche. ¡Cuánta clarividencia! Se asemejan a ciertos economistas de los periódicos que son unos portentos vaticinando el pasado y sus incidencias en el presente, o sea las que hoy mismo estamos viviendo.
Tales comentaristas nos dicen que la propuesta de negar el referendo será acogida en la Corte, por emanar de un trabajo muy serio y enjundioso de 430 páginas. Y, de entrada, yo me pregunto: ¿cómo saben que es tan serio? ¿Acaso lo leyeron?
Aceptemos, por ser lo más factible, que la Corte adopta la ponencia. Lo que no sabemos, empero, es si la adoptará toda, o en parte. Pues, por ejemplo, podría modularla, como se dice ahora. Confirmando la mayoría de los vicios de forma que Sierra le atribuye, incluido el relativo al cambio de redacción hecho por el Congreso, y decidiendo, al tiempo, que el texto original firmado por cuatro millones de ciudadanos, queda en pie. Y así convalidar el referendo (y ratificar de paso la vigencia de la democracia participativa que la Constitución del 91 consagra a través de la iniciativa popular en las varias modalidades que le son propias y allí se enumeran) pero remitiendo la reelección para el 2014, tal como lo querían al comienzo los puristas del lenguaje. Tal cosa no podemos descartarla, olímpicamente y desde ya, en el fallo de la Corte. Menos aún en un medio como el nuestro, donde por tradición (en situaciones de conflicto como ésta, cuando las posiciones están tan polarizadas que amenazan con sumir al país en una grave crisis institucional, y cuando se ha llegado a un nivel de intransigencia en el que nadie cede) al final se impone la transacción y nunca falta la fórmula que deja a los dos bandos satisfechos, o insatisfechos, pero por igual, que es lo que procura la paridad o equilibrio que garantiza un arreglo.
Bien sea porque tome ese atajo, el del 2014, que deje contento a medias a todo el mundo, o porque se le niegue la reelección para siempre, el presidente Uribe saldrá favorecido, en mi sentir. De entrada, porque se ahorra el desgaste y los coscorrones de la reelección inmediata. Y también, obviamente, los de la reelección mediata que, dado el caso, no faltarían. Pero además porque si se dedica a lo suyo, que tanto lo obsede (la seguridad en los campos y ciudades) en el medio año que le resta, saldrá crecido el 7 de agosto. Y aunque el relevo en toda democracia es bienvenido, de algún modo compadezco a su sucesor, cualquiera que sea, porque Uribe será el referente de toda comparación, la vara conque lo medirán en cuanto a resultados, laboriosidad y eficacia. No será fácil gobernar con semejante espejo retrovisor al frente. Por ejemplo: a Uribe se le soporta el aparente renacer último de las Farc porque, mal que bien, las ha tenido y las tiene a raya. Pero a su sucesor le cobrarán al ciento por uno cualquier incursión guerrillera que ocurra. La razón es simple: la sociedad en general en este aspecto confía ciegamente en Uribe porque se “faja” y comporta, a la hora de la verdad, como un general tropero. Frente a cualquier amago de despeje y caguanizacion (con su añadido de más encuentros y show en el exterior) la gente volverá la vista a Uribe a ver que lee en su rostro, y reaccionará en consecuencia.
Así pues que la sombra del ex presidente, como cabeza y símbolo del centro derecha (que sigue y seguirá dominando el espectro político) gravitará sobre el país por más tiempo del que nos imaginamos. Si, en el peor de los casos para él, que sufre de una livido imperandi alejandriana, no volviera jamás a la Presidencia, se figuran ustedes el efecto, de patada en el tablero de ajedrez, de una lista de Senado encabezada por su nombre? Así pues que en el 2010, en el 2014, o nunca, por fas o por nefas, habrá Uribe para rato y siempre incidiendo en todo, más que ningún ex presidente en la historia de Colombia. Ya seguiremos con estas notas, que pergeñamos sin pretensión alguna de pitonisos.
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