lunes, 15 de febrero de 2010

No se debe confiar en Correa

Juan David Escobar Valencia

El Colombiano, Medellín

Febrero 15 de 2010

" Es preciso considerar el pasado con respeto y el presente con desconfianza si se pretende asegurar el porvenir ". Petrus Jacobus Joubert


Tal vez se me puede juzgar de aguafiestas y paranoico por el título de esta columna y por la cita del político y militar sudafricano del siglo XIX con que la comienzo, pero es que los años deben ofrecer algo que recompense el deterioro físico. Cuando pasa el tiempo se pierde la elasticidad para agacharse como para cambiar en lo que uno cree y en lo que se cree que son los demás, pero en política la incredulidad puede ser un defecto menos costoso que la ingenuidad.


Casi todos, con excepción del deschavetado emperador de la Cuba continental, vimos con complacencia la aparente amabilidad y espíritu de hermandad que el presidente ecuatoriano manifestó con Colombia y con su Presidente en la reciente reunión de la Unasur. Sin duda que la relativa pero notoria mejoría en las relaciones colombo-ecuatorianas es una situación deseable y preferible a la tensión permanente que se dio hasta el año anterior, luego que el visitante, "supuestamente indeseado", jefe de las Farc, fue testigo en tierras ecuatorianas de la evolución que ha tenido la pólvora desde el siglo IX cuando la inventaron los chinos.

Pero no pequemos de ilusos al pensar que el presidente Correa ha mutado en otra cosa distinta a la que sus miradas, acciones, creencias ideológicas y necesidades como presidente llegado al poder bajo la nefasta fórmula de los nacionalistas baratos nos permitieron identificar. Las transformaciones radicales de conducta y menos en creencias políticas son escasas y tal vez únicamente el resultado de acciones divinas. ¿Será que Nuestra Señora de la Presentación del Quinche, patrona del Ecuador, se le apareció en sueños a su presidente? Ella tiene mejores cosas que hacer.


El giro tan repentino del presidente Correa no puede corresponder a nada distinto que a la necesidad de escoger temporalmente el mal menor, que algunas veces es a lo que se reduce el ejercicio de gobernar. Entre verse involucrado inevitablemente con las Farc por la evidencias de los computadores de Reyes, y sufrir los efectos de la llegada de El Niño, pero no el hijo de la santa patrona del Ecuador, sino el que hizo que los caudales de los ríos que alimentan la hidroeléctrica del Puate, que aporta el 35% de la oferta eléctrica nacional, redujera desde septiembre su producción de energía a la tercera parte, hicieron que Correa decidiera envainar su espada contra su odiado vecino del norte y morderse la lengua, con riesgo de autoenvenenarse, para pedir cualquier "kilovatio por el amor de Dios".


Aunque la emergencia eléctrica dictada desde noviembre se viene prorrogando, supuestamente hasta después de febrero, una vez El Niño empiece a cansarse, no es de extrañar que las lluvias vayan sacando las uñas del "manso gatito" que vimos saludar tan amistosamente a su colega colombiano.


Nadie más que yo quiere estar equivocado, y ojalá así sea, pero eso no evita que piense que es mejor ser cauteloso con el actual gobierno ecuatoriano. Cuando no necesite la energía colombiana y si por alguna razón su índice de popularidad se ve reducido, no hay que ser Premio Nobel de nada para saber que como en el pasado, y como el manual de los nacionalistas baratos enseña, no hay mejor herramienta que forzar la aparición de un enemigo externo, así sea ficticio, para distraer la atención.

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