domingo, 14 de febrero de 2010

Reflexión sobre el vacío

Sergio de la Torre

El Mundo, Medellín

Febrero 14 de 2010

Pese a los postreros penosos esfuerzos por reanimarlo, el fracaso del referendo ya es un hecho irreversible. Si bien algunos buenos analistas lo previeron, mientras otros lo anhelaban e invocaban como brujas en trance, dicho fracaso tomó por sorpresa al país y lo puso patas arriba, alterando el panorama político entero. Cambia las expectativas y los planes de todos los actores en liza, a tiempo que desarregló la ubicación que traían en el escenario. Vargas Lleras, por ejemplo, que se decía “uribista, mas no reeleccionista”, ahora se destapa como antiuribista. Tanto que por cuenta de los decretos de la salud está pidiendo la cabeza de dos ministros, el de Protección Social y el de Hacienda. Cosa que antes ni se le habría ocurrido, y tampoco ahora, si la reelección siguiera en pie. Santos, por su parte, ya no esconde sus arreos de candidato y casi que le dice al Presidente (o al menos eso creemos oírle) que despeje de una vez el campo.

El tierno y angelical trío de los Verdes (los ex alcaldes de Bogotá) ya ni sabe qué decir. Y en cuanto a Fajardo, pues él nunca dijo nada substancial, ni pudo hacerlo, dado que el papel que eligió para sí fue el de no estar ni a favor ni en contra de nadie. Pero eso se agotó. La ambivalencia dejó de ser rentable y ahora que Uribe no juega, Fajardo tendrá que definirse, pues Colombia se desdobló en dos grandes corrientes, cada vez más hostiles y engullidoras: el centro-derecha y el centro izquierda. El centro puro, incontaminado y sin inclinaciones (aún las ocultas y vergonzantes que él siempre tiene hacia uno u otro lado) ya no existe en el espectro político. Como no lo hay en Chile, Brasil o Uruguay.

Por lo que a Petro respecta, y que debiera ser la antítesis del establecimiento corrupto y en crisis (el Estado mafioso, como gusta él llamarlo), apenas hoy – como si acabara de enterarse – se deslinda del alcalde Moreno y su voraz hermanito, que hicieron de la administración distrital la peor cloaca clientelista y desfondaron el fisco capitalino por cuenta de tantos Nules y compañía, como abundan en Colombia.

Los antedichos candidatos hoy caminan a ciegas, peleando con sus familias de origen (de donde derivan el sustento), quitándose la máscara y develando su verdadera faz de aspirantes en regla que reclaman su derecho a la herencia y a la vez no quieren cargar con pecados ajenos ni pagar por el degaste de otros, así sean su progenitores, a quienes les deben todo. Quizás están tanteando para no equivocarse y acertar en la ruta. Acaso es su plan B. O la respuesta lógica que de ellos se esperaba para el caso de que al fallar la reelección Uribe no compitiera. Pero, ¿y éste tiene de veras el plan B que le atribuyen, o una salida de emergencia ya entrevista? Me huele que no, y que más bien estamos frente a los que él en su momento imaginó como la hecatombe. O la encrucijada, que ya no sería del alma sino aquella en que ahora se debaten sus fieles. Porque la coalición de gobierno está crujiendo, y se agrieta cada vez más.

La propia Noemí que (al paso que lleva y con la ayuda final de unos cuantos votos no cautivos o prestados, podría ser la candidata goda) dice no resignar en la primera vuelta su candidatura ni a favor del mismísimo Uribe, menos lo haría, por supuesto, en pro de cualquier candidato de repuesto. O sea que sin Uribe de candidato, obrando como el gran catalizador que discipline y recoja unas mayorías dispersas pero probadas y comprobadas en las encuestas (aún con altibajos que le son propios), cualquier cosa puede suceder. Sobre todo si el partido conservador, que es una de las dos columnas centrales del régimen se obceca (como parece probable, así el partido de la U lo supere en votos) en ir solo a los comicios presidenciales.

No anda bien entonces, en las inesperadas y azarosas circunstancias creadas, la coalición oficial. Lo cual no significa que la oposición esté mejor. Al contrario, luce coja, trancada, y no reacciona para enderezarse y repuntar con esta crisis que el inminente fallo de la Corte o la dramática estrechez del cronograma ha generado en el uribismo. El cual empieza a flaquear y a desarmarse con lo que se adivina vendrá en la Corte, sumado a las torpezas insignes del último mes (los estudiantes sapos y la reforma a la salud con su adehala de millonarios contratos) que van llenando la copa y fastidiando con su tenaz recurrencia a una ciudadanía leal y aguantadora, pero no tanto. En fin que, como siempre se ha dicho, toda crisis, además de un problema, es también una oportunidad para recomponerse.

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