domingo, 14 de febrero de 2010

Sin el referendo

Paloma Valencia Laserna

El País, Cali

Febrero 13 de 2010

Los liberales, el Polo, Cambio Radical, Fajardo, los tres tenores, el conservatismo, La U configuran las fuerzas vivas de la política para encarar el debate presidencial, y de ellas sólo las dos últimas tienen un compromiso uribista. Si el presidente Uribe va a las elecciones las masas confirmarán su respaldo. Pero si el referendo no llegase a ser aprobado, las opciones del uribismo deben ser analizadas con cuidado; la multiplicidad de fracciones podría comprometer la continuidad de las políticas que han surtido los resultados que hoy le dan esa inmensa popularidad al presidente Uribe.

Dentro del Partido Conservador las cosas no son fáciles. Entre los dos precandidatos más fuertes, Noemí y Arias, el enfrentamiento es muy poderoso. Para nadie es un secreto que el ex presidente Pastrana no apoya el proyecto uribista y que existen sectores en la dirigencia de la colectividad que siguen su línea. Ese sector se ha unido a la campaña de Noemí, que hoy lidera Juan Gabriel Uribe, conservador y antiuribista. Así las cosas, en la consulta no sólo resolverá el nombre del candidato, sino y, sobre todo, la postura frente al uribismo. Si Noemí gana la consulta no tenemos la seguridad de que se llegue a acuerdos con La U, las declaraciones del ex presidente Pastrana apuntarían a que no habría. Si, en cambio, el candidato es Arias se vislumbra, sobre todo después de la reunión en Palacio, la posibilidad de que los haya.

La fragmentación para la primera vuelta puede dar lugar a que los candidatos uribistas no pasen a la segunda vuelta, dejando así por fuera las preferencias de las mayorías colombianas. La masa uribista conformada por ciudadanos de diversas corrientes ideológicas se disgregaría y la segunda vuelta sería imprevisible.

El Partido Liberal le está apostando, precisamente, a esa estrategia. Si se diera la coyuntura de que no pasara un candidato uribista, los liberales interpretan que el uribismo se irá con ellos, pues buena parte está conformado por antiguos liberales. Para que eso suceda será necesaria exigir la alianza con Cambio Radical y no con el Polo, pues el uribismo no avanzaría hacia allá.

Quedarían entonces las candidaturas independientes. De la mezcla de los tres tenores sobresale la confusión política, sólo están conectados por el deseo presidencial. Peñalosa es un ejecutor de la infraestructura probado con pobre ejecución en las demás áreas. Mockus un gran alcalde, pero pésimo en la política nacional. Lucho, mucho carisma, pero poco de lo otro.

Fajardo plantea el interrogante sobre lo que propone. Nos devuelve al tiempo donde los colombianos ejercíamos nuestro derecho al voto como los sacerdotes de los tiempos lejanos abrían las entrañas de animales para conocer el futuro. Es un personaje que nada propone; la ambigüedad de sus respuestas contrasta con su popularidad. Nada sabemos ni podemos saber sobre cómo sería su gobierno, pues no sale de las latitudes que caracterizan los deseos de “estar mejor” y “cambiar”. A veces da la impresión de que iría solucionando las cuestiones según se presentaran y que carece de un plan ejecutable. Sería, otra vez, un gobierno de administrar la coyuntura, en lugar de enfrentarla y transformarla.

Por ello parece fundamental que si el referendo no llegase a ser aprobado por la Corte, el uribismo no se disgregue de manera que la línea del gobierno Uribe se mantenga.

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