domingo, 14 de febrero de 2010

El panorama político

Alfonso Monsalve Solórzano

El Mundo, Medellín

Febrero 14 de 2010

El ambiente preelectoral está entrando en su etapa final. En una democracia es en esta época en la que los ciudadanos tienen mayor oportunidad de influir en las decisiones de o los partidos de gobierno y en los programas de la oposición.

Es un hecho que en tal época una coalición de gobierno sube sus ofertas en bienestar, seguridad, oportunidades, etc., y que la oposición llega al fondo de los fallas del gobierno, reales o supuestos, para ganarse la voluntad de los electores y realizar, a su vez, sus ofertas, que siempre tratan de superar las de su adversario.

Digo que es un hecho, pero debo matizar que tiene sus excepciones. Nadie entiende que a un mes de las elecciones parlamentarias y a tres de las de presidente, en las que está de por medio la permanencia o no del actual modelo de gobierno, un ministro salga con una propuesta de reforma de la seguridad social tan chapucera como la del ministro Palacio. El gobierno jugó con candela y resulto gravemente chamuscado. Le tocó pasar de la soberbia a la explicación inútil, y de ésta al repliegue.

Lo que buscaba con la reforma no sólo no se consiguió, sino que terminó consolidando un modelo más gravoso que el que intentaban implementar. Y si no, que lo diga el retiro del tema del uso de las cesantías por parte de los estratos 5 y 6, sin ninguna sustitutiva, cuando si lo que se deseaba era que los ricos de verdad pagasen proporcionalmente a sus ingresos, invocando el principio de solidaridad, debería haberse diseñado escalas de copago para que personas naturales de grandes patrimonios y rentas asumiesen costos de sus tratamientos, y/o llevar al congreso tales escalas para que cotizasen más, en lugar de pretender cargarle el costo a la clase media y llevar la incertidumbre y la ansiedad a los estratos bajos, soportes de opinión de este gobierno.

Un trabajo de universalización del derecho a la salud tan importante como el que se ha hecho en el país, con el desarrollo jurisprudencial de la Corte Constitucional, pero también con el esfuerzo del ejecutivo, termina desdibujando el aporte de éste, que es importante, a pesar de sus errores y acaba siendo el malo del paseo. Todo por la improvisación y una cierta dosis de prepotencia que partía de la hipótesis de que la popularidad del presidente lo aguantaba todo. Lo que no calcularon es que se metieron con uno de los temas más vitales y sensibles de los colombianos, la salud. Y que ante la posibilidad de perder el derecho y arruinarse para sobrevivir, no hay lealtad que valga.

El reflejo en las encuestas fue inmediato. Por primera vez el apoyo a la reelección bajó del 50%. El presidente tomo la iniciativa para contrarrestar este fenómeno iniciando una ofensiva para justificar la emergencia social, pero por primera vez se le vio inseguro y tuvo que retroceder en puntos clave, como el señalado más arriba. Si, como dicen algunos de sus asesores, la democracia de opinión es el núcleo del sistema, entonces la democracia de opinión dio su fallo, y fue adverso. Nunca un ministro y un error habían hecho tanto daño a la imagen de un presidente, como el que causó Palacio, ni siquiera Agro Ingreso Seguro.

Esto, sumado a la ponencia negativa del magistrado Sierra Porto, ponente sobre el referendo, que coloca al presidente y a la coalición ante la posibilidad inminente de que éste sea negado, arroja un panorama difícil para la coalición de gobierno. Ya el Plan B está funcionando, según todos los indicios. El doctor Juan Manuel Santos habla como un candidato y concita la unión de los colombianos en torno a los tres temas centrales de Uribe, a saber, seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social. Pero dicho plan aun depende, además de la decisión de la Corte, de la voluntad de Uribe, que mantiene la esperanza de que el referendo sea aprobado y lo gane.

Esta incertidumbre (que es, además, alimenta sistemáticamente por la oposición) en días electorales que son vertiginosos y escasos, en los que cada aplazamiento reduce las posibilidades de una buena campaña, juega en contra de las oportunidades de la permanencia de la coalición de gobierno. Y de continuar, podría ocurrir que el país perdiera el rumbo de la seguridad democrática, la mayor conquista de este gobierno (basta ver las cifras sobre reducción del secuestro en Colombia, que pasó de 3024 en 1999 y 2882 en 2002 a 15 en 2009, según la Fundación País Libre) pese a los intentos de desvirtuarla.

Más, cuando algunos opositores, para atacar el Pan B comparan tal coalición con el PRI mexicano, en el que por décadas el presidente saliente señalaba a su sucesor, comparación desafortunada y falsa, porque aquí la oposición tiene posibilidades de ganar el poder nacional como ya lo ha hecho en Bogotá, por ejemplo.

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