jueves, 19 de marzo de 2009

Claridad necesaria

Editorial

El País, Cali

Marzo 19 del 2009

Cuando todavía se escuchan los ecos de los comentarios hechos por el vicepresidente Francisco Santos sobre el Plan Colombia, es necesario que la Nación analice con serenidad sus planteamientos. Y que el nuevo Gobierno de los Estados Unidos fije una posición clara frente a nuestro país, para que los colombianos sepan a qué atenerse.

Pedir el fin del Plan Colombia parece un error. Antes que una donación ese ha sido una forma de apoyar la lucha contra el narcotráfico, uno de los grandes enemigos de la vida y la institucionalidad. Y a través de él se ha logrado contener el embate de la ilegalidad que a finales del Siglo XX, cuando se alió con las Farc y se convirtió en financiador del paramilitarismo, puso al Estado colombiano al borde de su desaparición. Así, esos recursos permitieron también defender la democracia, al ser utilizados en el fortalecimiento de los mecanismos para derrotar al delito.

 

Diez años después de formalizado el acuerdo, quizás el país pueda asumir solo la lucha antinarcóticos. Pero no debe ser así. Porque, además de ser un símbolo de amistad y empatía entre los gobiernos, que ahora parece en duda, el Plan Colombia es lo menos que debe aportar el más grande consumidor de drogas ilícitas del planeta, para atacar un fenómeno que destruye la democracia. Y si bien hoy es México el país que es embestido por los carteles de la droga que se nutren con el enorme mercado que está al otro lado de su frontera, es aquí en Colombia donde se produce la mayor cantidad de cocaína.

 

Por eso, nuestra Nación no puede dejar de reclamar la corresponsabilidad que tiene el Gobierno de los Estados Unidos. Como tampoco puede dejar de recordarle que las relaciones entre las dos naciones no son asunto partidista sino de propósitos comunes. Esa identidad es la que parece diluirse a partir de las nuevas mayorías demócratas y los afanes del gobierno de Obama por satisfacer a quienes apoyaron su elección. Con lo cual se están afectando unas relaciones que durante décadas han sido fluidas, convirtiendo a Colombia en el mejor amigo y aliado de los Estados Unidos en América Latina.

 

Ahí es donde el vicepresidente Santos tiene la razón. Porque no fue justo que nuestro país, sus problemas, y un esfuerzo de integración económica como el Tratado de Libre Comercio, hubieran sido tergiversados para asegurar el apoyo de las uniones sindicales al Partido Demócrata. Y ahora, tampoco suena a leal el que esos mismos problemas se utilicen para justificar la política proteccionista que parece impulsar el Gobierno recién posesionado. O que los esfuerzos de nuestro Estado por derrotar la violencia se usen de nuevo como estigma para negar la colaboración que antes se ofrecía con la generosidad propia de los amigos.

 

Sin duda, la política y la economía de los Estados Unidos sufrieron un cambio dramático en los últimos meses. Pero ello no puede significar la estigmatización de nuestro país, ni que se termine la corresponsabilidad con la lucha contra el narcotráfico. Por eso, las palabras del Vicepresidente deben tomarse como un reclamo justo y oportuno. Y deberían servir para que el presidente Obama le hable claro a Colombia, con lo cual se evitará el manoseo que se está presentando.

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