martes, 24 de marzo de 2009

Economía de crisis

Editorial

El País , Cali

Marzo 23 de 2009

El Presidente venezolano se vio obligado a anunciar medidas que son síntoma de las dificultades por las que atraviesa la economía del hermano país. Y siendo la primera restringir los gastos suntuarios de la enorme burocracia chavista, esa no será suficiente. 

Si bien es cierto que restringir el gasto en este sector ayudará a aliviar en algo el creciente déficit fiscal de la nación, cuyo presupuesto para el 2009 está diseñado con una expectativa de precios del petróleo a US$ 60 el barril mientras la realidad muestra que no llega siquiera a los US$ 40, también lo es que el freno a la chequera de los funcionarios estatales causará malestar entre quienes se muestran leales sólo en la medida en que nadie toque sus ingresos, en muchos casos desmedidos. 

La implementación de este control, que se revela como necesario, presentará grandes dificultades, porque los propios encargados de hacerlo son a la vez sus grandes beneficiarios. Asimismo, y pese a los propósitos de la medida, es un hecho que esta restricción impactará el consumo en muchos renglones, afectando el vigor del sector productivo, ya golpeado por una política de precios que impide vender a precios reales.

En segundo lugar, el alza salarial del 20%, que se podría vislumbrar como generosa con los trabajadores y como un mecanismo útil para aumentar la capacidad de consumo de la población de menores ingresos, se revela inútil ante la realidad de una inflación que llega al 30%, por lo que no alcanza a compensar la pérdida del poder adquisitivo. 

En tercer lugar, el aumento del IVA, que significa un golpe al poder adquisitivo de los venezolanos. El Estado comienza a buscar fuentes alternativas de recursos para hacer frente a la merma de ingresos causada por la baja del petróleo, pero lo hace en el frente equivocado. Y desata una cacería contra la empresa privada, argumentando su afán de riqueza en el incremento de precios, inevitable en un país con inflación galopante. Claro, Chávez se cuida de explicar que su política de congelar precios en forma artificial genera el desabastecimiento de productos de primera necesidad.

Tratando de anticipar las previsibles reacciones negativas, Chávez se comprometió a mantener inalterado el precio de la gasolina, lo que implica el sostenimiento del subsidio al consumo, constituyéndose en una vena rota que inevitablemente crecerá el déficit fiscal previsto. 

En realidad, según analistas venezolanos, estas medidas se parecen mucho a las tomadas en 1989, cuando el país también vivió una crisis por la caída de los precios internacionales del petróleo. Esos fueron los antecedentes del ‘Caracazo’, un movimiento de protesta social que dejó muchos muertos en las calles y descontento general en el país, hasta el punto que abrió el camino para la aventura golpista del entonces coronel Hugo Chávez.

Lo cierto es que en un país que depende en un 90% de la venta del petróleo, el derroche estatal, las nacionalizaciones y el desestímulo a la actividad privada significan un camino seguro a la bancarrota.

 

 

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