martes, 24 de marzo de 2009

La verdad sobre el Plan Colombia

Por: General Álvaro Valencia Tóvar 

El País, Cali

Marzo 23 de 2009

Como suele ocurrir con censurable frecuencia en este país, se ataca hasta con virulencia lo que no se conoce o de lo cual se ha leído o escuchado una versión incompleta o distorsionada. Ahora le ha tocado el turno al Plan Colombia, llegando a asumir posiciones controversiales en torno a las palabras del vicepresidente Santos en contra y las del canciller Bermúdez a favor. 

Para comenzar, el Plan no es una dádiva compasiva que los Estados Unidos le extienden a Colombia. Mucho menos una donación o un compromiso de pago a largo plazo y en condiciones excepcionales de favorabilidad. Es un proyecto bilateral dirigido hacia un mismo objetivo de conveniencia, más aún de urgente necesidad para los dos países. Los Estados Unidos aportan un capital que administran directamente y se entrega en dos formas: equipo de alta tecnología para muy diversos usos militares: helicópteros de combate y transporte, aviones fantasmas y de otras características aplicables al conflicto irregular, equipo de comunicaciones y de inteligencia, que incluye capacitación de operarios colombianos y fondos para sostener el esfuerzo civil de la acción integral en curso, entre otros instrumentos utilizables en el control y destrucción del narcotráfico. 

Colombia, por su parte, lleva en sus hombros el peso fundamental del convenio: el hombre, el combatiente, el mando total de las operaciones, el costo altísimo del esfuerzo de guerra que absorbe parte importante de su presupuesto, además de material de guerra e intendencia de alto costo y fabricación nacional. 

Suspender unilateral y arbitrariamente este convenio por cualquiera de las partes constituye un acto inamistoso e irregular. Máxime si las razones que se invocan son ajenas al proyecto en sí mismo. ¿Suspendería Colombia su compromiso porque los gringos atropellan los derechos humanos y el mismo Derecho Internacional Humanitario con los prisioneros iraquíes? Los falsos positivos o los asesinatos de sindicalistas, tan condenables y atroces como se quiera, nada tienen que ver con el heroico accionar de nuestros hombres de armas en operaciones de la jerarquía de Jaque y las que le antecedieron o se hallan en desarrollo con resultados espectaculares. Las instituciones no delinquen y si lo hacen integrantes humanos suyos, es la justicia la que debe entrar en acción. Más parece que a Colombia se le cobra la excelente relación que tuvo con el partido que perdió el poder en las elecciones americanas. 



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