miércoles, 18 de marzo de 2009

Con el problema en las narices

Editorial

El Colombiano, Medellín                |  

Marzo 18 del de 2009

Las palabras del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, durante su reciente visita oficial a Honduras, han calado hondo en la prensa internacional, ahora que se ha desatado un debate interno sobre la conveniencia de la ayuda estadounidense para luchar en contra del narcotráfico. Ha dicho el Presidente que el tráfico de drogas es una actividad que "atenta contra la seguridad" del continente y que "entre todos tenemos que derrotarlo".

El Presidente no ha ahorrado palabras para afianzar su mensaje en contra del narcotráfico que castiga en diferentes niveles los países de América. "Necesitamos cooperar todos. El terrorismo no tiene corazón, el terrorismo no selecciona, el terrorismo carece de lealtades (...) Un día asesina en Colombia, pero mañana o pasado mañana, cuando se sienta incómodo, asesina más allá de la frontera con Colombia (...) Todos tenemos que ayudar ahora a México y apoyarlo en esta gran batalla".

Nunca sobrará recalcar que hay una corresponsabilidad de la comunidad de naciones en el tráfico de drogas, ni que todos los países del mundo hacen parte, de una u otra manera, de la cadena de responsabilidades en el mapa del narcotráfico. Mientras algunos erradican los cultivos ilícitos, destruyen los laboratorios y estrechan la vigilancia en los sistemas de transporte, los más poderosos -que son los mayores consumidores- no son conscientes de la verdadera escala del problema. No miran que a todos nos une la sangrienta estela de muerte que deja el negocio.

Por eso el Presidente de los colombianos pide corresponsabilidad mundial, y especialmente de Estados Unidos, para encarar el combate "hermanadamente" y salir victoriosos. A la vieja Europa también le corresponde su parte. Debe no sólo controlar los niveles de consumo sino atacar el lavado de activos y extremar la vigilancia de sus sistemas financieros.

La nueva administración demócrata del presidente Barack Obama tendrá que darse cuenta de que el grave problema del narcotráfico los llevará, del eslabón social de "consumidores", a la nefasta desestabilización política que generan los carteles. El caos ya lo tienen en la orilla sur del Río Bravo, sin una solución estructural a la vista. Hoy más que nunca, tienen el problema en la narices, y deberán pasar de lavarse las manos certificando a los productores a luchar palmo a palmo para erradicar el problema de este Continente. A propósito, ¿quién o ante quién se certifica Estados Unidos?

Hay que enmarcar la lucha contra las drogas dentro de las políticas de Estado y no al tenor de cada gobernante de turno. Nuestra América necesita de un trabajo coherente que involucre todos los poderes estadounidenses: su Congreso, sus jueces y su Ejecutivo. Por ejemplo, no puede haber penas distintas para delincuentes que han cometido el mismo delito. Con un rasero juzgan a los colombianos y con otro, muy distinto, a los estadounidenses. Como tampoco, tratos comerciales discriminatorios, ¿por qué ha firmado recientemente tratados comerciales con los países centroamericanos y Perú, mientras Colombia sigue en la sala de espera?

Como país tenemos cierto grado de responsabilidad en esta situación: no hemos trabajado en equipo por los mismos intereses nacionales, y el Ejecutivo ha dejado que los activistas de izquierda sean más efectivos en su lobby internacional al descalificar la conveniencia de la firma del TLC o de sacarles partido a las cáusticas críticas al Plan Colombia.

Bien lo recalcó el Presidente en Honduras, la lucha contra las drogas necesita la ayuda de Estados Unidos y de toda la comunidad internacional. Pues si en Colombia no hubiera narcotráfico, ya habrían desaparecido las guerrillas hace mucho rato y no habría habido paramilitarismo.

 

 

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