martes, 24 de marzo de 2009

La gran crisis

Por Fernando Londoño Hoyos

La Patria, Manizales

Marzo 24 de 2009

La crisis de hoy, que no será la de mañana, es la que nos organizó la Junta del Banco de la República, con su tesis del aterrizaje suave en un crecimiento del cinco por ciento, que nos haría invulnerables ante cualquier asechanza externa.

Las últimas cifras no dejan engañar a nadie sobre la gravedad y profundidad de la crisis que se nos vino encima. El último trimestre del año pasado fue sencillamente calamitoso, con crecimiento parecido a cero. La producción industrial resultó negativa, como el comercio, la minería y muchos servicios. 

Una crisis no es un número, ni una suma de datos adversos. Una crisis es menos pan, o ningún pan, en la mesa de centenares de miles de colombianos que han perdido su empleo. Una crisis es la desaparición de empresas que costaron vidas enteras para crearlas. Una crisis es el final de esfuerzos enormes que se pierden en el caos, y de esperanzas truncas y de ilusiones derrotadas. Una crisis tiene carne y huesos, dolores concretos y lágrimas verdaderas. Es como una destrucción de vida en el negro espacio de una frustración despiadada.

Como no podemos soportar una crisis, es preciso hacerlo todo para superarla. No hay resorte de la voluntad ni espacio de la imaginación ni poder de la inteligencia que puedan quedar cesantes en este desafío. De modo que manos a la obra.

No estará mal empezar por saber de dónde soplaron los vientos que trajeron la tormenta. Se hace camino al andar y casi siempre se regresa por el mismo camino al punto de partida. Y aquí no cabe equivocarnos. Porque no estamos en el torbellino de un desastre internacional, el de las naciones ricas, que apenas nos ha tocado. No. La crisis de hoy, que no será la de mañana, es la que nos organizó la Junta del Banco de la República, con su tesis del aterrizaje suave en un crecimiento del cinco por ciento, que nos haría invulnerables ante cualquier asechanza externa.

Para semejante tontería aplicó lo único que al parecer sabe, subir las tasas de interés, sin medida ni freno, precisamente cuando los demás la bajaban para escapar del monstruo que se venía encima. Así revaluaron el peso, derrotaron a los exportadores y llenaron nuestro mercado de productos baratos de todas partes, es decir, de trabajo ajeno que se tragó el propio.

Y llegó la crisis. El aterrizaje se volvió tragedia y los invulnerables descubrieron que estaban pobres antes de tiempo. Ya el Banco, asustado ante su obra, sale corriendo a sacar las castañas del fuego, y baja con nadadito de perro afanado las tasas de interés. Pero el daño está hecho. El empresario ya cerró las puertas de la fábrica y el deudor se quedó con la deuda y sin trabajo. Nada va a ganar con que le digan que ahora sí podría pagar lo que le quedó grande ayer. Nada.

¿Cómo recuperar el país? ¿Cómo sacarlo del abismo en que lo hundieron?

Sin perjuicio de las muchas cosas sensatas que se están haciendo, como recapacitar gente y ofrecer créditos de salvamento, será preciso intentar medidas de choque, abrir horizontes nuevos, generar empleos en grande escala. Y es en este camino donde encontramos dos frentes privilegiados, sin que sepamos si están en capacidad de responder en el tiempo debido, es decir ya.

El primero es el de grandes obras de infraestructura, indispensables en un país que está por construir. La autopista del sol no puede quedar para más adelante. Ni la nueva carretera al llano. Ni la transversal de la costa, ni la que va por todo el occidente hasta el puerto de Urabá, ni la que unirá Cúcuta con Bucaramanga, ni miles de kilómetros de vías secundarias que se están quedando siempre en anuncios.

Y el segundo escenario está en el campo. Los centenares de miles de hectáreas para biocombustibles no pueden quedar para mejor ocasión. Ni la reforestación de un país bendito para los árboles da espera a una Corte Constitucional que se atraviesa siempre en los grandes planes de desarrollo nacional. Ni la altillanura concede plazo para que se convierta en la reserva alimentaria de Suramérica.

Las oportunidades no faltan. Creatividad y coraje, tal vez sí. Por eso, solo por eso, estos temas fundamentales no forman parte de la agenda política. Con un referendo y una consulta popular tenemos. Así somos y por eso nos pasa lo que nos pasa.

 

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