A su imagen y semejanza

Editorial

La Patria, Manizales

Marzo 30 de 2009

Las Farc optaron por el terror para conmemorar un año de la muerte de su fundador y líder durante casi 40 años, Pedro Antonio Marín, alias 'Manuel Marulanda' o 'Tirofijo'. No se podía esperar otra cosa de su siembra. Lo que hoy se cosecha fue justamente lo que él dejó durante sus años de guerra: terror, odio, desangre, violencia. Buena manera de hacer honor a quien fue incapaz de jugársela por la paz de su país. 

 

'Marulanda', nacido en el Gran Caldas, logró consolidar una estructura criminal monolítica alrededor de su nombre, a quien sus seguidores no le conocieron más opción que la guerra y que desperdició las oportunidades de mano tendida que el Estado le extendió en varios gobiernos para que volviera a la vida civil. Él prefirió quedarse en la selva, alejado de la realidad de un país que en medio de sus dificultades ha superado muchos problemas y lucha insistentemente por reducir los niveles de pobreza y de exclusión que acosan a los más desfavorecidos. 

 

Las Farc, que nacieron de una incomprensión del Estado por resolver los reclamos de un grupo de campesinos y que crecieron por la desconfianza en unos gobiernos que los traicionaron, se perpetuaron en la oposición armada. En una época las alimentaron las conexiones internacionales y el oxígeno que llegaba de la entonces Unión Soviética vía Cuba, después por el secuestro y el boleteo y finalmente engordadas por el narcotráfico con lo que perdieron toda posibilidad de seguir siendo vistas como un grupo de desamparados que lucha contra un Estado opresor. 

 

Actuaciones como la que promovió un grupo de venezolanos esta semana en homenaje a 'Tirofijo' demuestran que sigue siendo una amenaza para la paz de Colombia y para la democracia y es tal el desconocimiento de nuestra realidad de muchas naciones, incluida la vecina, que cuando hacen este tipo de actos incurren en una afrenta contra nuestro país que padeció a este siniestro personaje. 

 

Como si fuera poco se develó un plan con el que se pretendía atentar contra el Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y contra el presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ex director de El Tiempo y columnista, Enrique Santos. La prueba de que la guardia no se puede bajar y de que el enemigo sigue con su potencial de causar daño y qué mejor que hacerlo a través del terror, cuando ha perdido posibilidades de sostener una guerra de guerrillas sistemática contra el Estado. Hay que mantener la seguridad de altos dignatarios, de personas que sean vistas por esta agrupación como incómodas y en algo que todos los colombianos tienen que estar de acuerdo, sin distingo, es que el principal enemigo hoy por hoy de nuestra democracia es esta agrupación armada. 

 

Esos embates por causar daño también se empiezan a sentir en nuestro departamento. Las Farc han vuelto a dar cuenta de su presencia en algunas regiones de Caldas y es obligación de las autoridades impedir que vuelvan a asentarse. Y para lograrlo no es sólo necesaria la presencia militar y de Policía, razón por la que no fue de nada bien recibida la idea ya echada para atrás de llevarse la VIII Brigada del Eje Cafetero. Se requiere del Estado en general para mantener la recuperada confianza de la gente, pero falta mucho por consolidar en equilibrio social. Para la muestra, el abandono vial de las veredas caldenses. Si no hay caminos, no hay comunicación, ni posibilidad de que salgan los productos de esos lugares, ni manera de que la salud se atienda a tiempo y esto es caldo de cultivo para los delincuentes. Ojo, señor Gobernador, ahí hay una tarea de primer orden. Que no dé largas a estas regiones, es hora de consolidar la paz.