miércoles, 25 de marzo de 2009

Los aprietos del Canciller

Editorial

El Mundo, Medellín

Marzo 25 de 2009

Creemos llegada la hora de que la política exterior, especialmente en el caso del Ecuador, sea mucho más contundente.

En la muy amplia entrevista que concedió a la periodista Cecilia Orozco, publicada el domingo por El Espectador, el canciller Jaime Bermúdez debió afinar sus dotes diplomáticas para no caer en el terreno de la confrontación con el Vicepresidente de la República y con el ministro de la Defensa, al que pretendió llevarlo la entrevistadora con sus incisivas preguntas. 

El arranque del diálogo fue toda una carga de profundidad: 

“C.O.T.- ¿Por qué lo “destituyeron”, si no del cargo sí de sus funciones, el Vicepresidente y el Ministro de Defensa? 

 J.B.M.- Los temas de este Ministerio son tan sensibles, que uno no puede poner en entredicho ni comprometer la política internacional solo por ganarse unos puntos ante la opinión pública nacional, como lo han hecho algunos. En estos asuntos, uno tiene que obrar con responsabilidad democrática e institucional. 

C.O.T.- ¿Quiénes son los que quieren “ganar puntos con la opinión”: el Vicepresidente, el Ministro, o los dos? 

J.B.M.- Simplemente me refiero al criterio y al comportamiento que deben guardar todos los funcionarios y, en general, las personas que tienen vinculación y contacto con la política internacional. El propio canciller debe pensar, antes que lo demás, en el compromiso institucional de la política internacional del país sin dejarse tentar por las trampas y las peleas personales. 

C.O.T.- Si interpreto que cuando usted critica a los que quieren ganar  puntos, se refiere a los dos Santos ¿Estoy en lo correcto? 

J.B.M.- Por favor, déjelo ahí”. 

Más adelante, la periodista recaba sobre el tema con el que el ministro Santos habría pisado los terrenos al canciller y de paso sienta su posición personal, muy acorde, por cierto, con la actitud de las ‘faldas asustadas’ de que hablaba con tanta propiedad el presidente López: “Hay que admitir que el mensaje del ministro Santos sobre la ‘legítima defensa’ es belicoso y que puede despertar sospechas en los países vecinos sobre las verdaderas intenciones de Colombia”. Responde el canciller: “El comunicado de la Presidencia, publicado al día siguiente de las declaraciones del ministro, aclara la situación. Ese comunicado fue hecho con él y allí se decía, explícitamente, que no se pretendían afectar las relaciones con los vecinos, ni irrespetarlos”. Aparte de ese comunicado, la periodista recuerda que también se divulgó otro de la Casa de Nariño en respaldo del ministro de Defensa – cuya cabeza reclamaban a gritos sus malquerientes – y le pregunta al doctor Bermúdez si no se molestó por eso: “Bueno, si quiere le digo que me molesté. Y me molesté mucho. Pero sobre todo lo que sentía era preocupación institucional y de país”. 

Estamos de acuerdo con el doctor Bermúdez en que las relaciones exteriores las debe manejar la Cancillería y, por supuesto, esa competencia la tienen que respetar los demás ministerios, aun cuando él mismo deja abierta una valvulita, cuando dice “no pretendo que la Cancillería sea la vocera exclusiva y excluyente de la política exterior del país, pero sí que sea su eje articulador”. El problema, en nuestro sentir, es que ese eje articulador está dominado por la política de apaciguamiento, tipo Chamberlain, que practica como una constante nuestra Cancillería, no por culpa o por orientación – y puede que estemos equivocados – del doctor Bermúdez, que está muy recién llegado a esa cartera, sino porque ese ha sido de años atrás el estilo dominante en la política exterior de Colombia y, en el fondo, la “imprudencia” del doctor Juan Manuel Santos es una reacción preventiva contra esa perversa política de pasar agachados ante los ataques que nos llegan del exterior. 

Hemos discrepado de ese estilo y creemos llegada la hora de que la política exterior, especialmente en el caso del Ecuador, sea mucho más contundente. Nos parece que lo que hizo el señor ministro de Defensa, cuando salió a defender la doctrina de la ‘legítima defensa’ contra el terrorismo – que es el quid del diferendo con el gobierno Correa y el motivo de molestia del doctor Bermúdez con su colega de gabinete – estuvo plenamente justificado en el hecho de que toda la batalla presuntamente diplomática que ha venido dando ese gobierno es por menoscabar el prestigio de la ‘Operación Fénix’ contra el campamento de ‘Raúl Reyes’ en Ecuador, respaldada precisamente en esa tesis, que tiene no sólo pleno apoyo de los EEUU, sino amplia justificación en el derecho, pues aunque el uso de la fuerza, en principio, está proscrito, el ordenamiento jurídico internacional ha aceptado su ejercicio si aquél se enmarca dentro del derecho inmanente (o derecho natural) de legítima defensa, que en la actualidad tiene reconocimiento positivo en el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas. 

Porque apreciamos mucho al doctor Bermúdez y sabemos de su inteligencia, su preparación y su buena voluntad, nos atrevemos a plantearle nuestras inquietudes sobre cómo la política de apaciguamiento con el Ecuador ha ido deteriorando un crédito inmenso que merecían, en primer lugar, la Nación colombiana, y por supuesto la Presidencia de la República y esencialmente nuestras Fuerzas Armadas. La operación Fénix, calificada por tirios y troyanos como una de las más brillantes del Ejército nacional, ha venido siendo atacada por el presidente Correa y sus adláteres, con la colaboración de algunos medios colombianos –Cable Noticias, uno de ellos– y eso es lo que legítimamente ha salido a defender el ministro Santos, a quien respaldamos sin ambages porque se trata, como lo fue –guardadas las proporciones– la batalla de Boyacá para nuestra Independencia, de un patrimonio de Colombia y de sus FFAA en la lucha denodada por la segunda independencia del terrorismo y el narcotráfico

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