lunes, 30 de marzo de 2009

La guerra política sin balas

Por Jaime Jaramillo Panesso

El Mundo, Medellín

Marzo 29 de 2009

Los combates contra el terrorismo son de carácter militar, unos. Y otros están basados  en la palabra. Ambos tienen una cantera común: la inteligencia, vale decir, la investigación. En la medida que ciencia y tecnología se desarrollan en las universidades y en los centros especializados, la medicina, la farmacología, los materiales de construcción, la botánica, el comportamiento humano o el de los hielos en el Ártico y demás problemas vigentes son intervenidos para conocerlos y solucionarlos. En esa misma medida la investigación aporta nuevas formas e instrumentos para la defensa de los estados, para fortalecer la seguridad ciudadana y territorialidad. Pero también alcanza a beneficiar a las fuerzas anti-estatales,  sean terroristas o legales. Por supuesto incluye a aquella corriente política que apela a la utilización de “todas las formas de lucha”, la armada, por medio de guerrillas, y la legal, el partido con la careta de la democracia y los derechos humanos.

El alto y complejo crecimiento de los medios de comunicación actuales dieron nacimiento a la globalización de la imagen y la palabra. Rápidamente se extendió al comercio, a la banca y las finanzas, al turismo y la migración, a las redes ilegales del contrabando, estupefacientes, armas, indocumentados y mano de obra semiesclava. Para el caso de Colombia buena parte de la lucha contra la violencia guerrillera y demás grupos ilegales armados se está librando en los escenarios de la palabra y de la imagen, con mucha ventaja de la guerrilla, puesto que ella ha destinado millones dólares y militantes preparados  con tres idiomas y empapados de tecnologías de la comunicación y periodismo, desde hace más de treinta años. Pero el Estado colombiano ha permanecido con un cuerpo diplomático dedicado, cuando más, a promover el comercio y a mostrar babosadas folclóricas. Con la inauténtica  casta bogotana y algunas élites regionales fenicias empotradas en la cancillería, y por ende en las embajadas , consulados y demás agencias en el extranjero, la nación colombiana no tiene quién la defienda de la guerra política que las Farc promueve fuera del país, no obstante los esfuerzos del brillante Ministro Bermúdez. La guerra política se dirige a ganar el corazón y la mente, el sentimiento y el entendimiento de la población. Requiere de estructuras estables y sostenibles que en un esfuerzo estratégico den alcance y superen las acciones de propaganda, proclamas, partes de “victoria” y comunicados persistentes de los terroristas. No pueden ser eventos coyunturales repletos de lugares comunes y de cursilería oficial, sino procesos efectuados por conocedores técnicos y políticos que no pierdan el foco de su accionar.

Tampoco es claro el panorama interno de la guerra política que la guerrilla libra, apoyándose en sus conexiones clandestinas por simpatía, militancia o temor entre periodistas y comunicadores. Los titulares fatuos, el sesgo proclive, la nota periodística sin corroborar la autenticidad, el sentimiento envilecido que le impide al comunicador reflexionar críticamente desde su condición de ciudadano integral, en fin, diplomáticos o periodistas que se portan como sujetos lejanos, sordos austríacos, ciegos himalayos, que posan de no saber de la guerra política que libramos, tan importante como la militar.

Debe el gobierno destinar presupuesto para actuar con eficacia en la guerra política que tiene más patas que una araña clonada. El centro de inteligencia estatal proceder a neutralizar la propaganda política fariana que mueve a sus afiliados con máscaras de refugiados, de defensores del pueblo, de víctimas de una dictadura. Porque  a la guerra política contribuyen, además, algunas organizaciones sociales, agremiaciones, escuelas sindicales y similares que sin ser apéndices de la guerrilla, objetivamente están en el campo de la izquierda antinacional y anti patria. Porque el que camina como un pato, el que nada como un pato, el que vuela como un pato y el que clava el pico como un pato, no es un angelito. Es un pato.

 

 

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente Dr. Jaramillo. Una radiografía exacta de lo que sucede en nuestro país. Felicitaciones.