miércoles, 18 de marzo de 2009

La estrella polar

Por Alberto Velásquez Martínez

El Colombiano, Medellín

Marzo  18 del 2009

Pudo el vicepresidente Santos invadir terrenos que le corresponde llenar a la Cancillería, cuando expresó que el trato que le dan a Colombia sectores norteamericanos de opinión, "son indignos".

Y también pudo penetrar en zonas que le incumben ocupar a su primo Juan Manuel, al sostener que "se debe acabar con el Plan Colombia por su alto costo político para la dignidad del país".

Mas creemos que no le falta del todo razón al ocurrente vice en sus consideraciones. No es sino mirar el proceso de la discusión en el Congreso de los Estados Unidos del TLC con Colombia para valorar el tratamiento despectivo a que se nos ha sometido.

Parecería que algunos sectores de los más influyentes en el gran país del norte, solo atendieran a naciones y gobernantes que les ronquen con rudeza. Que obraran como ciertas amantes que a medida que más varapalos reciben de sus compañeros sentimentales, mayor seducción les despiertan.

Colombia, dice Santos, "ha sido la gran aliada de los Estados Unidos" en este continente, en el cual desde el Río Grande hasta la Patagonia, los gobiernos populistas se riegan como pandemia.

Sabe que son sus primeros socios comerciales. Que se admira su empuje, su cultura y su desarrollo. Que desde aquí salen constantemente misiones a discutir convenios de toda índole para mejorar nuestras relaciones reales de intercambios comerciales, -más convenientes que las ayudas caritativas con sabor de cipayage- con la mejor disposición de que esos compromisos sean justos y equitativos. Y que en no pocas oportunidades -como ocurre con el TLC- de tanto inclinarse nuestros comisionados, corren el peligro de regresar prematuramente atacados de lumbago.

¿No será tiempo de que los Estados Unidos den muestras sinceras de que efectivamente son los grandes aliados -sin contraprestaciones desdorosas- en esta lucha desigual que sostiene Colombia contra la droga? ¿No será oportuno consagrar esa condición de socio integral, restableciendo el mutuo respeto, el que según Pacho Santos, se estaría malogrando al amenazar, al menor contratiempo, con recortar la cicatera ayuda económica que destina para el controvertido Plan Colombia?

Plan que si se quiere, se replantee, pero en términos dignos para ambas naciones, en vez de tenerlo -si adivinamos lo que insinúa el terrible "Pachito"- como una anémica carnada para mantener a Colombia sometida a sus caprichosas exigencias.

Pacho Santos -quien en locuacidad compite con el embajador Frechette en época de Samper- pudo invadir terrenos vedados con sus palabras, en el peor de los casos calificadas de inoportunas pero no irreales. Pero dijo cosas que el país sentía y que requería que alguien -así fuera haciéndose el loco- las manifestara sin ambages.
 

Quizá mejor, para algunos, habría sido que todo eso se hubiera planteado en notas más delicadas y prolijas, dirigidas a las autoridades gringas así fuera con el lenguaje almibarado de la diplomacia. Pero el estilo es el hombre y a Pacho le dio por poner, de una vez por todas, la pica en Flandes a ver si alguna vez nuestro país es mejor valorado por determinadas autoridades de Washington.

Las mismas que parecen olvidar la herencia que a Colombia le dejó el presidente Marco Fidel Suárez cuando planteó la teoría de la Estrella Polar, traducción de la amistad que debe imperar con el gran país del norte. Una amistad sí, recíproca, respetable y justa.

 

 

 

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