lunes, 23 de marzo de 2009

¿Fin del carbón?

Por Mario Calderón Rivera

La Patria, Manizales

Marzo 22 de 2009

Con la crisis económica mundial se han agigantado también los grandes dilemas que para la sociedad de hiperconsumo plantean el cambio climático y la persistencia en el uso de combustibles fósiles. 

Dentro de una depresión económica generalizada, hay muchas circunstancias estimulantes que van más allá de las simples expectativas de ver recuperado el ritmo de la economía global. La primera se refiere fundamentalmente a la nueva conciencia que va adquiriendo un mundo inexorablemente interdepediente sobre la necesidad vital de interactuar en función de supervivencia. Y no sólo en cuanto a formas de gobernabilidad mundial y de estabilidad económica dentro de la diversidad cultural, sino fundamentalmente en cuanto a los equilibrios esenciales para la vida sobre la tierra. Más aún: a sabiendas de que el prerrequisito para un rescate sostenible de la economía está ineludiblemente en su conversión hacia modelos renovados de producción y de consumo. Mucho más cuando ya no queda duda alguna de que los trastornos del planeta son imputables, en inmensa proporción, a causas derivadas de la acción humana.

Uno de los testimonios recientes más estremecedores sobre el estado de la Tierra, se puede leer en el libro “Un Clima para la Vida”, publicado por Cemex y orientado por las mayores autoridades científicas en materia de cambio climático. Cada una de ellas y todas al unísono, desde sus propios observatorios de alcance universal, envían un mensaje que parecería sonar más a trompeta apocalíptica. Pero que corresponde a la más cruda realidad científicamente demostrada. Ese mensaje se resume en el hecho de que la concentración actual de CO2 atmosférico (causa principal del cambio climático y generada esencialmente por la deforestación y por los combustibles fósiles) se ubica en 380 ppm (partes por millón de la mezcla de gases del aire), que crece a una tasa anual que está por llegar a 3 ppm por año. A este ritmo, el planeta se estaría aproximando a 900 ppm de CO2 al terminar el presente siglo. Un lapso que apenas alcanza para la vida de nuestros nietos y para parte de la de nuestros biznietos. Según el testimonio de los investigadores, algunas de las llamadas extinciones en la vida del planeta se han producido muy próximo a este nivel letal.

La más visible acción de un líder mundial -posiblemente por ser la más próxima geográficamente- es la del presidente Barack Obama quien, como parte esencial de su gigantesco paquete de rescate económico para EE.UU., ha incluido más de US$50 mil millones con el propósito exclusivo de llevar el modelo energético hacia fuentes renovables, principalmente eólica y solar. Sin embargo, él mismo ha reconocido que China ha tomado la posición pionera en esta ruptura con un pasado que comenzó en el Occidente con una revolución industrial movida por el carbón en el siglo XVIII. El país oriental ha montado su prodigioso desarrollo actual precisamente sobre el uso del carbón que es su principal fortaleza energética. Por esa misma razón se ha colocado en el segundo lugar, después de Estados Unidos, entre los países con más alta emisión de CO2 en el mundo.

¿Están los países industriales preparados para abandonar el carbón como uno de sus principales proveedores de energía? El intento parece comenzar, por ahora, por gravar su consumo, no sólo para encarecer su uso, sino principalmente para forzar la utilización de tecnologías que reduzcan su efecto contaminante. Una de ellas está en la gasificación del carbón; la otra, en capturar el dióxido de carbono que emite con su combustión, para devolverlo directamente en forma líquida a las entrañas de la tierra. No obstante, esos desarrollos son todavía lentos y, mientras tanto, el cambio climático comienza a no dar espera. Según informes divulgados por estos días, durante los últimos dos años y medio más de 80 plantas de carbón en Estados Unidos han sido voluntariamente cerradas o se les ha negado permiso de funcionamiento por las autoridades estatales de regulación. Y no es para menos, porque las más de 600 plantas de generación eléctrica movidas por carbón en ese país, son las responsables de casi una tercera parte de las emisiones de CO2 y su sostenibilidad se vuelve cada vez más incierta. Hasta el punto de que líderes reconocidos como el ex presidente Al Gore, Harry Reid, el jefe de la mayoría demócrata en el Senado, y Eric E. Schmidt, Presidente de Google, se han convertido en los principales promotores de una gran moratoria para nuevas plantas de carbón en Estados Unidos.

Lo cierto es que, dentro de los combustibles fósiles, el carbón encabeza la lista de los objetivos deseables para su eliminación. Porque aunque la tecnología denominada de captura y almacenamiento logre los desarrollos que se esperan, su costo comparativo seguiría siendo muy alto frente a otras alternativas, incluyendo las buscadas con más ansia, que son las renovables. Según el plan diseñado por el director de Google, para el año 2030 la economía de Estados Unidos podría haberse liberado casi plenamente de los combustibles fósiles. Toda la generación por carbón y la mitad de la generada por gas, estaría siendo sustituida por las fuentes de viento y de sol y, en parte, por otras como la geotérmica.

Lo que cabe preguntarse, entre otras cosas, es si Colombia, que se ufana de tener en el carbón una de sus grandes fortalezas de su riqueza minera y de su comercio exterior, se habrá dado cuenta de lo que avanza más allá de sus fronteras.

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