Por María Eugenia Correa Olarte
Nuevo Siglo, Bogotá
Mayo7 de 2009
En días pasados
Sin desconocer que las inconformidades con el actual sistema de evaluación son muchas, considero que esta salida del Ministerio es apresurada e inconveniente.
Apresurada, porque con este tipo de medidas no se logra mejorar la calidad, el acceso, la permanencia y la pertinencia de la educación en Colombia. En primer lugar, la calidad se logra con recursos e infraestructura física adecuados, dotación de libros y laboratorios actualizados, salas de sistemas con tecnología de punta, con currículos apropiados que consulten las necesidades y adelantos del conocimiento y la cultura, con maestros capacitados y actualizados en procesos pedagógicos y en las disciplinas que manejan, a quienes se reconozca su dignidad tanto en lo social como en lo económico.
El acceso al sistema educativo y la permanencia en el mismo no se logran dejando a cada institución la opción de definir su sistema de evaluación. Esto genera caos, aumenta la exclusión y afecta la equidad. Se genera caos cuando no hay un sistema unificado, claro, que maneje los mismos estándares, tenga iguales objetivos y busque los mismos beneficios en la construcción de un proyecto de nación. Se aumenta la exclusión porque vuelve sobre el tapete el debate sobre estudiantes de primera, de segunda… Hoy está superado el concepto de alumnos buenos, regulares y malos, en favor de personas con diferentes métodos y ritmos de aprendizaje, que deben ser orientados y motivados para alcanzar el éxito. Y se afecta la equidad cuando a cada cual se deja que, determine subjetivamente, lo que considera que funciona o sirve, sin tener en cuenta las necesidades o expectativas locales, regionales y nacionales.
Y es inconveniente, porque aún no se ha validado si es realmente el sistema de evaluación vigente el que afecta la calidad o, por el contrario, es apenas una apreciación. Considero que no existió la suficiente información, capacitación, construcción de un modelo que respondiera a lo que se pretendía. En mi concepto, el problema de la calidad está alrededor del sistema de formación de los maestros y de la actitud de los niños, niñas y jóvenes frente al estudio, que es de apatía, despreocupación, irresponsabilidad, porque consideran que pasan al siguiente grado sin esfuerzo, exigencia ni compromiso, lo que genera mediocridad y desinterés por el aprendizaje, fomentados por la promoción automática, sin importar el número de materias que pierden.
Se debe entonces apelar a
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