lunes, 4 de mayo de 2009

Las opciones más difíciles de Obama están por venir

Por Shlomo Ben Ami*

El Tiempo, Bogotá

Mayo 4 de 2009

TEL AVIV. Era natural que Barack Obama, un presidente cuya elección fue uno de los acontecimientos más revolucionarios de la historia de los Estados Unidos, ocupara sus 100 primeros días con un programa impresionante y global. Estos son tiempos de dificultades y conmoción que requieren semejante osadía. Obama, dotado de una energía y una autoconfianza asombrosas, ha emprendido una tarea titánica para rehacer la economía de los Estados Unidos y reparar un sistema internacional dañado y deficiente.

Tal vez sea sobre todo en la política interior de Obama -el paso a un sistema fiscal más socialdemócrata y a una atención de salud universal- en la que se puede ver mejor la inclinación ideológica del nuevo presidente, pero la insistencia en la reducción de las desigualdades sociales no cuadra fácilmente con los valores de unos Estados Unidos profundamente individualistas y el intento de "europeizar" la naturaleza del contrato social entre el Estado y sus ciudadanos podría chocar aún con los principios constitutivos del sistema americano.

 

A la hora de rescatar el sistema financiero, en pleno desplome, de los Estados Unidos, Obama ha sido mucho más intervencionista que gobierno europeo alguno. Por una vez, la tambaleante presidencia checa de la UE reflejó un consenso europeo, al calificar el astronómico estímulo financiero de Obama de "camino al infierno". La explosión sin precedentes del déficit presupuestario de los Estados Unidos plantea el riesgo de una inflación elevada en el futuro... exactamente el tipo de situación que los europeos quieren prevenir a toda costa.

 

El programa de Obama en materia de política exterior no ha sido menos audaz que sus proyectos interiores. Después de ocho años de un unilateralismo americano que dejó tras sí una alianza transatlántica desunida, resucitó el espectro de una guerra fría con Rusia y vio caer al Oriente Medio en una política apocalíptica, la nueva concepción por parte de Obama de los problemas endémicos es digna del mayor beneplácito.

 

El principio organizativo de la nueva política exterior del Presidente es el de no tener directrices ideológicas y basadas en principios. Esencialmente, su actitud para con los problemas internacionales es pragmática y, al apartarse de la inclinación de su predecesor por la 'machtpolitik', Obama ha prometido siempre agotar primero la vía diplomática.

 

Pero Obama podría no tardar en comprender que la mayoría de sus predecesores comenzaron creyendo en la cooperación internacional hasta que los acontecimientos los obligaron a recurrir a una estrategia de confrontación. Ni siquiera George W. Bush parecía comprometido con una doctrina particular en materia de asuntos exteriores antes de que los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 lo obligaran a lanzar su desafortunada "guerra global contra el terror". La verdadera prueba de la estrategia de diálogo y cooperación de Obama no llegará hasta que fracase y haya que inclinarse por opciones duras.

 

La reparación de las antiguas alianzas reviste importancia decisiva no sólo para el ejercicio del poder americano, sino también para dotar de poder a Europa como copartícipe a escala mundial. Sin embargo, los aliados europeos de los Estados Unidos asestaron a Obama su primer revés. Lo aplaudieron por doquier en su reciente viaje a Europa, pero lo enviaron a casa con las manos casi vacías, al oponer resistencia a la idea de un estímulo presupuestario coordinado y, después de haber pasado años predicando el multilateralismo, rechazar su petición de más tropas europeas para Afganistán. Para muchos europeos, era más fácil vivir contra Bush que hacer sacrificios con Obama.

 

Obama también pulsó el "botón  de reiniciar" con Rusia y dio a entender que podría congelar el plan de Bush de desplegar un sistema defensivo de misiles en la República Checa y Polonia. Existía la esperanza de que Rusia se uniera a los Estados Unidos para presionar a Irán a fin de que abandonara sus ambiciones nucleares, pero aún no ha sido así.

 

Tampoco impresionaron a Corea del Norte las advertencias de Obama de que los Estados Unidos podrían derribar su cohete, si continuaba con su propósito de lanzarlo y desafiar a las Naciones Unidas. Kim Jong-il, escudado tras la protección de China, lanzó igualmente su cohete y E.U. se abstuvo de actuar.

 

Irán es otro frente en el que Obama podría verse obligado a reconocer los límites de su actitud conciliadora. Ha renunciado a la ya antigua exigencia de los Estados Unidos de que Irán ponga fin a su enriquecimiento de uranio como condición previa para celebrar negociaciones y a propósito alguno de cambio del régimen, pero los iraníes son los negociadores más sutiles del mundo y se encargarán de que su programa nuclear se adelante al final de las negociaciones. Si así sucede, entonces, ¿qué?

 

Tampoco está claro a qué se refiere Obama, en realidad, al decir que  reconoce el "lugar en la comunidad de naciones a que tiene derecho" Irán. Si significa un estatuto especial a expensas de otras potencias de Oriente Medio, como, por ejemplo, Egipto o los Estados del Golfo, Obama podría tropezar con una fuerte oposición de los aliados tradicionales de los Estados Unidos en la región.

 

Está bien y resulta alentador que Obama ya haya dicho con claridad que los Estados Unidos aspiran a guiar, no a dominar, pero incluso un ejercicio de modestia y realismo requiere alianzas fuertes, con socios dispuestos a arrostrar sacrificios. Tampoco antiguos enemigos y competidores como Rusia y China renunciarían fácilmente a los beneficios que les reportaría echar a perder los planes americanos. Cuando eso resulte de una claridad meridiana y también cuando algunos desgastados paradigmas de la política exterior, como, por ejemplo, el fetiche de una solución biestatal para el conflicto palestino-israelí, vuelvan a fracasar, habrá que inclinarse por opciones reales.

 

* Shlomo Ben-Ami, ex ministro israelí de Asuntos Exteriores y vicepresidente del Centro Internacional para la Paz de Toledo, es autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy ("Cicatrices de guerra, heridas de paz. La Tragedia israelo-árabe"). (Traducido del inglés por Carlos Manzano.)

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