Por Eduardo Pizarro Leongómez
El Tiempo
Mayo 4 de 2009
Se debe impulsar un proceso doble de reconciliación si se quiere la paz.
Una de las principales diferencias entre los conflictos armados interestatales y los conflictos armados internos es el destino de los ex combatientes. Mientras que en las primeras, los ejércitos enemigos se repliegan a sus países de origen (por ejemplo, a Perú o a Ecuador en la última confrontación armada que enfrentó a ambos países), en los segundos los ex combatientes deben aprender a convivir en el mismo territorio. Es más, deben aprender a convivir con comunidades que victimizaron sus organizaciones armadas. Este es el caso de Ruanda (tutsis y hutus) o de la antigua Yugoslavia (serbios, croatas, bosnios, etc.).
Es decir, en los procesos internos -como el que estamos viviendo en Colombia- se debe impulsar un proceso doble de reconciliación si se quiere alcanzar una paz sostenible: entre los ex combatientes entre sí, de una parte, y, de otra, un proceso de reconciliación entre estos y las comunidades receptoras de desmovilizados.
No es fácil impulsar este proceso doble y simultáneo de reconciliación. Uno de los temas centrales del congreso mundial de desmovilización, desarme y reintegración que abre hoy sus puertas en Cartagena va a girar en torno a este complejo tema de la reintegración comunitaria de los desmovilizados. Colombia tiene ya experiencias importantes para compartir con los otros 25 países que asisten a Cartagena y que viven desafíos similares.
Primera experiencia: es importante comprometer a los ex combatientes de grupos que se enfrentaron en el pasado con la realización en común de obras comunitarias. Por ejemplo, la biblioteca comunitaria que realizaron en Ciudad Bolívar en sus horas libres desmovilizados de las Farc, el Eln y las Auc fue un ejercicio de construcción de confianza. Un paso adicional de la guerra a la paz.
Segunda experiencia: es importante que la realización de obras comunitarias por parte de los desmovilizados tenga un hondo significado simbólico. El mensaje debe ser claro: se trata de un gesto de perdón y reconciliación hacia las comunidades y las víctimas que habitan estos barrios. Miles y miles de desplazados por la violencia, muchos de los cuales han sufrido otras formas de victimización adicionales (como minas antipersona, asesinato, delitos sexuales u otras), cambian su percepción hacia los desmovilizados con estas obras: si inicialmente percibían la presencia de desmovilizados como una afrenta al daño causado o un riesgo a su seguridad, gracias a las obras comunitarias se abren espacios de diálogo.
Tercera experiencia: en todos los proyectos productivos para garantizarles a los desmovilizados un ingreso estable es importante que también haya participación de personas de escasos recursos y víctimas de la violencia. De lo contrario, se alimenta la idea culturalmente perversa de que el "crimen paga" (solo siendo un criminal obtengo prebendas) o justos reclamos de las víctimas, pues mientras los victimarios reciben apoyo, ellas se encuentran en el total abandono.
Cuarta experiencia: el proceso de desmovilización se debe acompañar de avances sustanciales en los derechos de las víctimas a la verdad, a la justicia y a la reparación. Por ello, es importante que los desmovilizados contribuyan eficazmente a la realización de estos derechos: por ejemplo, ayudando a localizar fosas comunes o campos minados. Aquellos no solo tienen derechos. También tienen responsabilidades con la sociedad y con las víctimas. Y los gestos de perdón pueden ser percibidos como gestos vacíos si no se acompañan de acciones complementarias.
En síntesis, es fundamental que los desmovilizados no sean convertidos en parias sociales. Pero, a su turno, es indispensable que estos hagan gestos creíbles de perdón y reconciliación.
Cartagena va a abrir un espacio para que Colombia enseñe sus experiencias y, a su turno, aprenda de otras experiencias mundiales. Una escuela de paz y reconciliación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario