Por Ricardo Eastman De
Mayo 12 de 2009
Los floricultores colombianos se lanzaron a la conquista del mercado moscovita, montados en las anuales y luminosas celebraciones rusas del día de la victoria. Ellos fueron los vencedores en
Se regalaron 100 mil tallos de rosas y claveles, de amable y general aceptación en la población. Fue una excelente oportunidad para demostrar nuestra producción, en un país donde no es posible iniciar cualquier encuentro, amistoso o amoroso, entre vecinos, parientes o amigos, hombres o mujeres, sin antes entregar una o varias flores como saludo y cortesía. Se aprovechó una fecha importante para los rusos, como también lo son el día del trabajo o el día de la mujer que para ellos es feriado nacional.
Promover productos nacionales es tarea difícil y costosa. Para eso se requiere del concurso gremial, todos a una para lograr un buen resultado. Vender lo propio en el exterior no es labor de los gobiernos -apoyar sí, con recursos y dinero- sino de los particulares interesados en negociar allende las fronteras.
Los cafeteros arrancaron, siguieron los bananeros. Fueron pioneros en la venta masiva y global de productos del campo. Los palmeros ya aprendieron, su ingreso a los biocombustibles ratifica la capacidad empresarial. Con los floricultores conforman un magnífico grupo, ejemplo de mundialización de una actividad tan compleja como es cualquiera de carácter agropecuario. Otros dan los primeros pasos, el sector de los cárnicos avanza tras la apertura de nuevos mercados, que no debería quedarse en Venezuela. Igual ocurre con la industria avícola.
Para las flores hay fechas de máxima atención. Eso ayuda a ordenar los esfuerzos. San Valentín, que en Colombia celebramos en el segundo semestre, y el día de las madres. Bueno incluir en su calendario la celebración de la victoria en Rusia, país de enorme consumo por razones culturales. Las
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