lunes, 4 de mayo de 2009

Política para la posguerra

Por Jorge Giraldo Ramírez

El Colombiano,Medellín

Mayo 4 de 2009

Las efemérides son útiles para la reflexión. En estos tiempos veloces permiten al menos programar un alto en el camino para revisar la historia y volver la vista atrás, hacia los frutos guardados del pensamiento. Encontramos una ocasión ahora, en el sesquicentenario del natalicio de Rafael Uribe Uribe, a propósito de la iniciativa casi solitaria del Concejo de Medellín.

No puede agarrarse a Uribe Uribe así como así. Esta figura antioqueña -proveniente del país del suroeste- fue como un hombre del Renacimiento trasplantado a un extraño final de siglo y obligado a entender una época nueva. De todos los hombres que fue, me parece importante rescatar ahora al político de la posguerra. Recuérdese que Uribe Uribe participó en tres guerras civiles y fue primer protagonista de la más atroz de todas las guerras colombianas: la de los Mil Días (1899-1903).

Como político de la posguerra creo encontrar tres rasgos fuertes en los textos que escribió desde el final de la guerra hasta su asesinato en 1914.

El primero lo constituye su diagnóstico de la mentalidad política colombiana como "raza quimerista y amiga de peloteras". Lo uno va con lo otro. El idealismo político, cuando no puro utopismo y delectación con los sueños de repúblicas perfectas e imposibles, va unido a la intolerancia agresiva. Uribe aprendió de la lección y empieza a invocar la necesidad de una política eficaz. Esto no es otra cosa que la discusión acerca de los medios y las medidas apropiadas para producir una transformación cierta en los asuntos públicos.

El segundo rasgo es la necesidad de una disputa leal y contenida. Uribe fue un agitador animoso y un deliberante altanero, pero su fracaso en la observación del derecho de gentes en las guerras civiles lo convirtió en una lección. En las peores confrontaciones era capaz de escribirle a Pedro Nel Ospina despidiéndose de él como "amigo" e insistiendo en que la condición de adversario no debería impedir "ver detrás la del colombiano, es decir, la del colombiano".

El último rasgo es la benevolencia. Este año se cumple el centenario de su "Oración por la piedad". En esta pieza Uribe hace gala de su comprensión como vencido para hablar por el sufrimiento de los presos. Postula que la más bella prerrogativa del poder es la de perdonar y propone que con motivo del primer siglo de la Independencia se declare "un indulto total". Uribe se opone a la política justiciera que sólo piensa en el castigo y que lleva a los altares los principios retributivos.

Eficacia en el diseño de políticas, lealtad en la controversia política, indulgencia con el vencido. Quisiera rescatar este perfil del político liberal que supo hacer la paz, que se reconcilió con el vencedor feroz y le sirvió al país como funcionario del presidente Reyes.

 

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