Por Jorge A. Caicedo C.
30 de abril de 2009
En mi discurrir por las empolvadas bibliotecas, hay tres libros que me impresionan por la similitud y valentía de sus protagonistas. El primero es “Roma y Jerusalén” escrito en 1.490 (Aproximadamente) por Ibrahim Mordechay, Judío, probablemente Sefardita, excelente obra que ha perdurado a través del tiempo donde se hace una teológica defensa de la religión Judía valientemente presentado a la “Santa Inquisición” en la España Medioeval. El siguiente libro es “El Ascenso del Hombre” por Isaac Asimov, un prolífico autor Judío de varios textos tanto de estudios matemáticos, ficción e historia. En el libro azul como se denominó “El Ascenso del Hombre” narra los sinsabores del astrónomo Galileo Galilei defendiendo su teoría frente al “Santo Oficio”. El antecedente es que Galileo, echo por la borda, la teoría Geocéntrica de Aristóteles y las interpretaciones erradas de la Santa Biblia Salmo 92(93) “Tu has fijado la tierra firme e inmóvil” y el libro de Josué Cap. 10 Ver. 12-14 donde se detiene el movimiento del Sol y de la Luna.
El tercer libro es “Itinerario de Una Injusticia” del Coronel Alfonso Plazas Vega, donde al igual que los anteriores narra unos hechos calcados de la Edad Media, la época del oscurantismo, donde una fiscalía a la semejanza del tribunal de esa época a todo lugar quiere que condenen al inocente, prefiriendo desgastarse, invirtiendo el tiempo que debe usarlo en perseguir a los verdaderos delincuentes para encerrarlos en la cárcel y no a un inocente como es el Coronel Plazas, estando los integrantes del movimiento asaltante del Palacio de Justicia en libertad y disfrutando de las mieles del poder.
En el primer libro, tenemos a un fiscal Torquemada, entendible su posición por la época, y si embargo entró en razones permitiendo la justa defensa de Ibrahim Mordechay, en el segundo libro, el señor Cardenal Roberto Belarmino, conocido como “El Martillo de los Herejes” porque llevo a la hoguera a Giordano Bruno cuyo nombre era Filippo, pero al ordenarse Sacerdote adquirió este nombre y fue el mártir de la ciencia.
El Coronel Plazas se enfrentó a la Fiscal Ángela María Buitrago, sobre cuya actuación perversa y apartada de la Justicia versa su libro. Hoy enfrenta a la Juez María Estela Jara Gutiérrez que además de atropellarle sus derechos como sindicado, llegó al extremo de impedirle visitar a su padre agonizante en su lecho de enfermo. Estas dos señoras se han convertido en sus verdugos, al igual que en la época de la Inquisición, cuando los juzgadores no aceptaban los dictados de la ciencia.
Enfrenta también en esta oportunidad el Coronel Plazas, al Consejo Superior de la Judicatura, que no acepta las razones de la lógica, no acepta que su juez natural es la Justicia Penal Militar, la que entiende de operativos. Al punto que ha tenido el Coronel que denunciar penalmente, por el delito de Prevaricato por Acción a los siete Magistrados de la Sala Disciplinaria del mismísimo Consejo Superior de la Judicatura, al Juez de Jueces, ante la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes por violar la Constitución y las Leyes de la República y producir un fallo contrario a la verdad procesal. Y no es la primera denuncia por Prevaricato que se presenta contra esta Sala, ya lo había hecho también por el delito de Prevaricato la Propia Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia hace menos de dos meses. ¿A que extremo de venalidad ha llegado la cuestionada sala de este Alto Tribunal?
Y qué tal lo que en el libro se relata del criterio de una fiscal que considera que un Teniente Coronel es el Comandante de la recuperación del Palacio de Justicia y tiene a su mando a un General. Por favor… cuando el sol sale (Grado de General, Oficiales de Insignia) las estrellas se ocultan (Los grados de Oficiales subalternos y Superiores).
Precisamente para evitar estas actuaciones que denotan tanta ignorancia en el tema Castrense es que está la Justicia Penal Militar. La actuación de los militares en los hechos del Palacio de Justicia, es el típico caso de un acto del servicio. Todos los colombianos vimos al Teniente Coronel Plazas Vega uniformado y con Casco de Guerra conduciendo unos vehículos blindados y rescatando centenares de secuestrados de manos de los asaltantes del M-19, y en cumplimiento de órdenes del Comandante de la Brigada General Arias Cabrales quien a su vez actuaba según el mandato presidencial transmitido a través de la cadena de mando. Todavía recordamos las palabras del Presidente Betancur en su alocución al final de los dolorosos hechos, manifestando a la nación que él había tomado la decisión de emplear la Fuerza Pública. ¿Si esto no es un acto del servicio, entonces cómo es?
Pareciera que lo que quiere la cuestionada justicia de hoy en día es convertir al Coronel Plazas en un mártir de la democracia, otro Giordano Bruno y en una fuente de divisas para un grupo (Bufete) de Abogados, que el país ya conoce; Dólares para incendiar los expedientes y Dólares por la ignominia.
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