viernes, 23 de octubre de 2009

Chávez y Maradona

Alexander Cambero

El Tiempo, Bogotá

Octubre 23 de 2009

Llegaron a representar la esperanza y se pulverizaron en el camino. La imagen de un genio convirtiendo el mejor gol de la historia de los mundiales de fútbol todavía vive en el recuerdo de todos. El otro destrozó los partidos tradicionales y se transformó en el presidente anhelado. Sus vidas fueron motivo de inspiración para miles de personas en diversas partes del mundo.

Un balón acarició con deleite a la rendida red. El artista escribió, con la zurda, todo un poema que ahogó el grito de la muchedumbre. Los cánticos de la tribuna se hicieron un coro celestial. El fútbol había encontrado un fenómeno con pinceladas sublimes.

Hugo Chávez utiliza la izquierda para escribir y analizar las perspectivas sociales. Su voz aglutina irracionalidades en su interminable oratoria del mal gusto y el pésimo castellano. Para la gran mayoría era una especie de redentor. Los sectores más humildes lo elevaron al atrio de sus inmortales. Un predestinado de escasa preparación que expele obscenidades en detrimento de la sociedad latinoamericana. Quien se atreva a contradecir sus febriles arrebatos está expuesto a recibir su ración de dardos envenenados. No sabe discernir las críticas y, menos aún, sacar de ellas información útil para la nación que desgobierna. Sólo existen para él los sumisos que se arrastran por el amarillento polvo de sus miserias inenarrables. Una cofradía de cómplices que asaltaron a Venezuela desde su original traje de focas golosas. Individuos hambrientos de poder, que no tienen ningún escrúpulo que los obligue a tener un poco de honorabilidad.

Los maletines petroleros suspiran por Buenos Aires. En aquella gigantesca urbe de sensible espíritu europeo, su siamés Diego Armando Maradona comenzó a escribir su epopeya. Sólo que como técnico es una calamidad, tan parecida al desastre del magnate de Miraflores. La selección que dirige está plagada de estrellas que triunfan en los mejores equipos del mundo. Sin embargo, la selección albicesleste juega de manera horrorosa, parece una manada de zombis que persiguen un balón, sin tener la pasión que caracteriza al fútbol argentino. La mayoría de los comentaristas deportivos lo atribuyen a la falta de experiencia de Maradona como técnico. Una cosa es jugar y otra ser quien dirige un equipo. Se puede contar con el talento individual, pero si no existe juego de conjunto las victorias llegarán con el crucifijo entre los dientes, tal como le ocurrió en su juego contra Uruguay, que le dio el pasaje para el Mundial de Sudáfrica 2010. Sus obscenas declaraciones fueron un insulto contra el noble pueblo rioplatense.

¡Cómo se parecen Chávez y Maradona, hasta en los improperios!Claro que existe una diferencia. La selección argentina es un compendio de luminarias mal dirigidas. El gobierno de Chávez es un equipo anodino orientado por alguien con mucho dinero y poco seso. Los desequilibrios emocionales y la lengua que ametralla los hacen coherederos del mundo al revés.

Vidas que se parecen. No sabemos dónde se fundirán las palmas del moriche llanero con las casas de madera de Villa Florito. Los separan miles de kilómetros de distancia, nacieron en geografías distintas, con costumbres desviadas por una realidad incontrastable; sin embargo, son la viva representación de las miserias que se incuban en la historia de nuestros pueblos. Prefirieron guillotinar los sueños de sus congéneres que representar con dignidad su papel como protagonistas de un episodio fundamental en la vida americana. Perdieron su tiempo tratando de ser imperecederos, quizás podrían haber sido necesarios. Ahora son un estorbo para la inmensa mayoría.

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