Editorial
El Tiempo, Bogotá
Octubre 5 de 2009
Esta semana ocurrió un encuentro algo inusual. Por convocatoria del ministro de Defensa, Gabriel Silva, los alcaldes de las ciudades capitales, incluyendo al de Bogotá,Samuel Moreno, estuvieron encerrados durante ocho horas en el primer Cónclave de Seguridad Ciudadana. El propósito de la reunión fue diagnosticar de manera franca y abierta lo que viene pasando con el crimen y la violencia en el contexto urbano. Igualmente, se buscaba comparar las experiencias y estrategias a nivel local para combatir la delincuencia.
La "cumbre" -que contó con la presencia del presidente Álvaro Uribe- analizó en mesas de trabajo ocho temas críticos que tienen que ver con el ascendente fenómeno de inseguridad en las ciudades: deficiencias en el proceso de judicialización, fuentes de financiación para estrategias y programas en temas de convivencia y seguridad ciudadana, menores en conflicto con la ley, políticas de desarme, tráfico y consumo de estupefacientes, comportamiento de la violencia homicida, hurto en todas sus características y modalidades de transporte ilegal en las ciudades capitales.
El momento no podía ser más oportuno. Los inmensos avances que ha tenido la política de seguridad democrática son innegables. Los colombianos hoy viven unas circunstancias de paz y tranquilidad que no se conocían desde hace muchas décadas. Esta mejoría se ha dado principalmente por los logros en desarticular la guerrilla y las organizaciones del narcotráfico. Sin embargo, en el contexto urbano, estos resultados no han tenido similar contundencia.
El deterioro de los indicadores de seguridad urbana en Colombia es inocultable. De hecho, en varias capitales, tanto la actividad delincuencial como las tasas de homicidio se han disparado. En las encuestas de percepción ciudadana, como las de los distintos proyectos 'Cómo Vamos', la sensación de inseguridad de los habitantes ha aumentado tanto que se perfila como una de las preocupaciones urbanas más sentidas del país. Casos como el de Medellín -donde el envío de centenares de policías élite no ha alterado significativamente la oleada violenta- son indicadores de la complejidad y dificultad del desafío. Además, desde el punto de vista político, el tema de la violencia en las capitales se ha venido convirtiendo en un talón de Aquiles para el programa estrella del Gobierno.
Hay que destacar primero que el Ministro de Defensa tomara el toro por los cuernos. Sus antecesores no se destacaron particularmente por prestar la atención necesaria a las inquietudes de seguridad de los mandatarios locales. Basta recordar las tensiones entre el entonces ministro Juan Manuel Santos y el alcalde bogotano, Samuel Moreno. Que el jefe de la cartera de Defensa asuma un liderazgo en la política de protección ciudadana es un cambio de actitud que la mayoría de los habitantes de las ciudades colombianas estaba añorando. Esto también implica para Silva convencer al presidente Uribe de conseguir los recursos que hoy faltan para combatir la delincuencia urbana. Aunque el Primer Mandatario afirmó en el cónclave que hoy el Gobierno no cuenta con esos dineros, los burgomaestres han insistido en que los necesitan con urgencia.
De allí que la iniciativa del Ministro de Defensa sea oportuna y necesaria. Las conclusiones de esta reunión representan una verdadera estrategia nacional para la seguridad ciudadana. Más de 80 medidas concretas acordaron el Gobierno Nacional y los alcaldes y se le encargó a este Ministerio la supervisión y el acompañamiento de su implementación. Estaremos pendientes de los resultados, pero este es un buen comienzo. ¿Humo blanco en la seguridad ciudadana?
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