sábado, 17 de octubre de 2009

"La mejor Orinoquia que podemos construir"

Manuel Rodríguez Becerra

El Tiempo, Bogotá

Octubre 17 de 2009


En la Orinoquia colombiana está ocurriendo un profundo y acelerado proceso de transformación económica, social y ecológica. Gobierno y empresarios han identificado, con razón, que esta es la nueva frontera económica del país, en virtud de sus grandes potenciales para la agroindustria (arroz, palma de aceite, maíz, plantaciones forestales, ganadería moderna, entre otros), para la explotación de hidrocarburos, y, eventualmente, para la minería.

En este contexto, se está señalando a la región como un territorio vacío cuyo principal destino debe ser la producción agrícola en la mayor parte de su extensión (que asciende a cerca de 22 millones de hectáreas en la planicie). Pero esta visión de la Orinoquia como un lienzo blanco, sin ninguna restricción, podría conducir a generar daños irreversibles en sus ecosistemas y a detonar un declive de los servicios que estos prestan, como el agua, la diversidad de especies de flora y fauna, y el paisaje.

En efecto, la cuenca del Orinoco, en nuestro país, cuenta con 32 tipos de sabanas y 156 tipos de ecosistemas, caracterizados por una gran riqueza y fragilidad, incluyendo aquellos ubicados en la cordillera que están relacionados con su riqueza hídrica. Tiene una de las mayores diversidades de especies de peces de agua dulce del mundo, es una de las regiones de mayor variedad de aves y se destaca por su muy alta diversidad de gramíneas tropicales.

La Orinoquia contiene, además, el 32 por ciento de las existencias de agua dulce del país, el 36 por ciento de los ríos con caudal superior a 10 m3/seg, el 39 por ciento de las microcuencas y un complejo sistema de humedales que representa el 32 por ciento de las zonas inundables, y el 22,4 por ciento de las ciénagas.

Estos humedales juegan un papel crítico en el ciclo hídrico (reciben y acumulan el exceso de agua de los ríos en las épocas invernales y los alimentan en época de verano), y, por lo tanto, si se continuaran drenando en forma indiscriminada, para transformarlos en tierras agrícolas, la oferta de agua se podría ver gravemente comprometida. Y la desregulación del ciclo del agua, en esta región caracterizada por marcados ciclos estacionales de inundación y sequía, pondría en alto riesgo el suministro de agua potable y la viabilidad misma de las diversas actividades económicas que son, sin duda, tan promisorias.

Las transformaciones sociales que se están dando en la región no son objeto de estas líneas, pero no pueden dejar de mencionarse puesto que parecen estar sembrando nuevas semillas para el conflicto y para el deterioro ambiental. Y es que la febril y desordenada actividad económica que registra la Orinoquia está condenando a muchos de los pequeños y medianos propietarios llaneros al desplazamiento, o a convertirse en peones de los empresarios recién llegados, y está comenzando a erosionar las tradiciones y culturas propias de la región. Esta es una situación que, de no replantearse, podría generar nuevas formas de inequidad social y nuevas violencias, así como detonar los procesos de degradación ambiental que se originan con la pobreza y la desigualdad.

A partir de estas y otras preocupaciones, la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes realizó un estudio (en el cual participé con otros seis investigadores), por iniciativa y con el auspicio de la Corporación Autónoma Regional de la Orinoquia, que servirá de base para la realización de un conjunto de debates públicos, convocados conjuntamente por esta entidad y el Foro Nacional Ambiental, y que tendrá como propósito "iniciar un proceso de reflexión y acción que oriente el quehacer de los diversos agentes públicos y privados que, guiados hoy por sus propias visiones, intervienen en la región, de manera que, con el concurso de todos, el proceso acelerado de transformación conduzca hacia la consolidación de formas sostenibles y equitativas de desarrollo regional".

No hay comentarios: