jueves, 15 de octubre de 2009

La propuesta de fijar la tasa de cambio

Rodrigo Botero Montoya

El Colombiano, Medellín

Octubre 15 de 2009

El presidente Uribe ha hecho un llamado público al Ministerio de Hacienda y al Banco de la República para enfrentar, en forma conjunta, la revaluación del peso con medidas radicales encaminadas a establecer una 'tasa de cambio estable y competitiva.' Esta propuesta, al parecer sencilla, tiene implicaciones técnicas, institucionales y sociales que conviene hacer explícitas. Además, parte de la premisa que la pericia macroeconómica gubernamental se encuentra en la Casa de Nariño. Una vez identificada desde allí la solución correcta al problema, solo faltaría su pronta implementación por parte de las entidades mencionadas. La validez de esa premisa está por comprobarse.


Para llamar las cosas por su nombre, sin eufemismos, lo que se ha propuesto es una devaluación del peso. Lo que desean los floricultores y otros sectores exportadores es un aumento significativo de la cotización del dólar del nivel actual a un nivel entre 2.300 y 2.400 pesos. Ahora bien, el gobierno colombiano no determina el valor del dólar norteamericano. Al cambiar la cotización del dólar por medio de un decreto de 1.800 a 2.350 pesos, por ejemplo, el gobierno estaría reduciendo el valor del peso en el mercado internacional de cambio. Esa figura tiene el nombre técnico de devaluación del peso. En lenguaje corriente, eso significa envilecimiento de la moneda nacional. En este caso hipotético, se trataría de una devaluación considerable, del orden de 30%.


A primera vista, la devaluación sugerida transformaría la preocupación de los exportadores en felicidad y prosperidad. La reticencia de los técnicos a aplicar tan benemérita iniciativa sólo podría interpretarse como un síntoma de incompetencia, cuando no como un indicio de perversidad. Sin embargo, la animadversión de la tecnocracia colombiana a medidas que conlleven inducir choques deliberados a la economía se basa en argumentos conceptuales y en consideraciones históricas.


El planteamiento teórico puede resumirse de la siguiente forma. El manejo macroeconómico colombiano incluye tres elementos centrales: Una política monetaria de inflación objetivo a cargo de un banco central independiente; una tasa de cambio fluctuante; y libertad para el ingreso y la salida de capitales, es decir, una cuenta de capital abierta. Los tres elementos constituyen un conjunto coherente. Los agentes económicos lo entienden. Los inversionistas valoran su funcionamiento por su semejanza con el de las naciones desarrolladas, por ser predecible, y por ser compatible con la inserción del país en la economía internacional.

Si se decide fijar la tasa de cambio, sería necesario cerrar la cuenta de capitales o dejar de tener una política monetaria independiente. Dicho de otra manera, para fijar la tasa de cambio habría que aceptar uno de estos dos costos: el control de cambios o la inflación. El primero requeriría echar por la borda la política gubernamental de atraer la inversión extranjera. El segundo requeriría eliminar la independencia del banco central. Costos de semejante magnitud no deben incurrirse a la ligera.


Por representar una rebaja del salario real, la devaluación fracasa si los trabajadores rechazan una caída en su ingreso por decisión gubernamental. Eso fue lo que sucedió a principios de la administración Valencia, cuando una devaluación de 34% y la subsiguiente alza de salarios por decreto produjeron un traumatismo económico.


La innovación cambiaria propuesta conduciría a un retroceso de medio siglo en el manejo de la política económica. Si se desea observar el funcionamiento de ese esquema, basta con estudiar el caso de la Argentina. El modelo de desarrollo en base a una moneda devaluada que han impuesto Néstor y Cristina Kirchner ha producido fuga de capitales, deterioro industrial, estancamiento económico, inflación y aumento de la pobreza.

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