lunes, 19 de octubre de 2009

Las peligrosas angustias de Chávez

Mauricio Vargas

El Tiempo, Bogotá

Octubre 19 de 2009


Durante los primeros años de su ya bastante largo mandato, Hugo Chávez parecía un perro que ladraba y no mordía, pues era mucho más lo que amenazaba que lo que cumplía. Pero, a lo largo del 2008 y el 2009, pasó del dicho al hecho en numerosos campos. Sus agresiones a los medios de comunicación, antes solo verbales, se hicieron realidad. Expropiar a empresas privadas nacionales y extranjeras, que era el garrote que más blandía, se convirtió en el garrote que más golpea, como lo demuestra la reciente toma del Hilton de isla Margarita y decenas de medidas similares en meses recientes. Su revolución estatista -que no socialista porque en nada ha reducido la pobreza-, que fue apenas de discurso, se volvió de pronto realidad.

Los exportadores colombianos sufren ahora en carne propia el paso de Chávez de las palabras a la acción. Tras muchos meses de amenazas, se hace realidad el cierre de la frontera a cientos de productos colombianos. En el primer semestre de este año, las ventas nacionales a Venezuela mantuvieron un ritmo razonable a pesar de la crisis económica mundial, que también golpea al vecino. Pero en el segundo semestre, todos los analistas coinciden en que el desplome ya es grande, con un enorme costo en ingresos y en empleos.

¿A qué se debe que Chávez haya pasado de la sola verborrea a los hechos? No es que haya leído más textos marxistas en los meses recientes. Tampoco que un nuevo círculo de asesores de corte leninista haya llegado a su gobierno. La agresividad de Chávez tiene que ver, sobre todo, con su debilidad. En el mismo período en que le ha propinado a la sociedad de mercado y al libre comercio un zarpazo tras otro, los ingresos por las exportaciones de petróleo, gran pilar de su economía, se han reducido de modo importante. Y eso que los precios internacionales siguen arriba.

La principal razón es que, cuando Chávez intervino PDVSA y descabezó a la élite técnica que por décadas la había manejado con bastante competencia, la empresa estatal vio caer su producción y nunca volvió a recuperarse. De los 3,3 millones de barriles diarios que Venezuela producía en el 2002, ahora apenas produce 2,2 millones, y eso ha golpeado severamente sus arcas. Por eso, le hacen falta dólares para pagar las importaciones, y, por ejemplo, los empresarios colombianos que venden a Venezuela, pasan meses, cuando no años, a la espera de que el Cadivi, la entidad que maneja los dólares, autorice los giros que les tiene pendientes.

Esto ha significado también un debilitamiento de Chávez frente a Estados Unidos. A principios de la década, el 17 por ciento del petróleo que consumía el Tío Sam provenía de Venezuela. Ahora ese indicador ha caído al 9 por ciento y puede seguir reduciéndose: es política del gobierno de Barack Obama seguir sustituyendo las importaciones de Venezuela, por petróleo de Canadá, México y Arabia Saudita.

Para Chávez no es fácil reemplazar las ventas a Estados Unidos, país al que hoy destina el 74 por ciento de su petróleo. Como el crudo venezolano es tan pesado, no es fácil conseguir refinerías diferentes a las que allá, en el imperio que él tanto insulta, procesan el petróleo venezolano desde hace décadas. Además, Estados Unidos le queda cerca, mientras otros grandes mercados, como China, están muy lejos y los fletes cuestan una barbaridad.

No las tiene fácil el teniente coronel Chávez. Por eso anda tan agresivo. Y por eso es tan peligroso. Si se ve ahogado, sin dólares para cumplir con una agenda de gastos infinita en compra de armas y otras distracciones, la única salida que va a encontrar será meterse en una guerra, el expediente de los tiranuelos cuando el barco que llevan comienza a hacer agua. Y si lo hace, es importante saber que en la rifa para ver con qué vecino se mete, Colombia tiene casi todas las boletas.

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