Mercedes Montero
Diario de América, Nueva York
Octubre 6 de 2009
La huelga de hambre de los estudiantes, 160 para cuando terminó, tenía como propósitos lograr la liberación del líder estudiantil Julio César Rivas Castillo, y pedirle al Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza que le solicitara al gobierno venezolano, permitir que representantes de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, vengan a Venezuela y constaten la situación de los derechos humanos en nuestro país.
Todos los venezolanos de cualquier tendencia política seguíamos el desarrollo de la protesta, por eso vimos a los abogados Tamara Sujú, Gonzalo Himiob y Alfredo Romero, como siempre defendiendo a los muchachos, vimos a los voluntarios montar guardia para cuidarlos, llevarles agua, sueros, cobijas, almohadas, etc, para hacer un poco más cómoda su situación.
Julio César fue liberado y al salir fue directamente al frente de la Sede de la OEA en Caracas a unirse a la huelga de hambre, una gran alegría pues su prisión y el maltrato recibido eran el colmo de la injusticia.
La huelga terminó y hay varias versiones de la forma en que terminó, pero sus resultados concretos fueron los siguientes:
Julio Cesar fue liberado, pero continua con régimen de presentación cada 30 días.
El Sábado 3 de Octubre hubo una marcha para entregar un documento en la Cancillería solicitándole a Nicolás Maduro que gestione ante el primer mandatario nacional la visita de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, en dicho documento se dice que hay 50 presos políticos y 4.000 perseguidos políticos. Firman 8 estudiantes, pero no está la firma de Julio César, quién tampoco fue a la marcha, pero en cambio fue al Táchira para unirse a la huelga de hambre de los estudiantes de esa entidad que ya lleva dos días en desarrollo. La marcha solo llegó hasta la Plaza Morelos.
Un grupo de estudiantes será recibido por la OEA en Washington, y, al parecer también irá a la Unión Europea para tratar el mismo tema, pero tampoco irá Julio César.
Para quienes están tras las rejas, condenados a penas comprendidas entre 10 y 30 años de cárcel, encarcelados en prisiones para delincuentes comunes, para aquellos que tienen años de encierro sin que se les haya dictado sentencia, para quienes están viendo sus vidas mermar desde un calabozo y a sus familias sufrir en desamparo, la valiente acción del Movimiento Estudiantil era una llama de esperanza. Razón por la cual algunos de ellos se unieron a esa huelga, aportando con su protesta un peso enorme, debido que su prisión es la imagen de la negación de la justicia.
Es entonces necesario recordar esta imagen, para que no se quede la lucha en puro documento, en recomendaciones sin compromiso de seguimiento. Es indispensable tener presente que los hijos de esos presos, sus esposas, sus padres y sobre todo ellos mismos están pagando un precio muy alto por crímenes que no han cometido.
Que no se distraiga la atención del objetivo bajo la sombra de otros intereses.
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