martes, 13 de octubre de 2009

Obama y el giro de los Nobel

Editorial

La Patria, Manizales

Octubre 13 de 2009


Ninguno de los Nobel de Paz que se conocen llegó a ese grandioso altar sin una hoja de vida llena de esfuerzos y logros. Obama no ha despegado ni ha obtenido nada y ya está en el umbral de la pacificación.

En medio de la acostumbrada expectativa del mundo que cada año espera, casi que sagradamente, la lista paulatina de los ganadores de los premios Nobel que se conceden a quienes hayan trabajado de forma decidida por un fin o le hayan aportado a los campos específicos establecidos, la designación del Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como Nobel de Paz, ha sido la mayor sorpresa de las últimas décadas.


Salvo a los miembros del Comité Nobel del Parlamento Noruego, responsables de otorgar el galardón de la Paz, y quienes siempre han cumplido una tarea similar a la de la Academia Sueca, o a la Real Academia Sueca de Ciencias, o al Instituto Karolinska o al Banco Central de Suecia que escogen a los destacados en Física, Química, Medicina, Literatura y Economía, respectivamente, a nadie se le habría ocurrido postular al nuevo mandatario estadounidense por lo que han sido sus aportes para la pacificación del mundo.


Es cierto, Obama representa la esperanza en medio del caos, y sus planteamientos y ejecutorias políticas hasta ahora han mostrado un cambio de actitud de la potencia mundial hacia la comunidad internacional de oriente, con la que su antecesor, George W. Bush, alimentó y mantuvo las peores relaciones, al punto que atacó e invadió Afganistán e Iraq.


Pero eso ha sido todo, una serie de anuncios y la reducción de la presencia armada en una y otra nación, así como el compromiso reciente de replantear el escudo de misiles de defensa en Europa, con lo que se le bajó al tenso ambiente con Rusia, y unos cambios para acabar con una de las mayores vergüenzas en materia de derechos humanos como fue el cierre de la Cárcel de Guantánamo, no alcanzan para semejante honor.


Los premios Nobel se han caracterizado por ser una distinción a los hechos cumplidos, a la trayectoria de muchos esfuerzos, a los logros que han permitido para bien el cambio de programas y de planes, o a la solución de problemas que representan una amenaza para el mundo. El presidente estadounidense no ha sido hasta ahora más que una esperanza, un oasis en un planeta que parece querer acabarse entre los seres que lo habitan, pero nada más.


A los recientes galardonados en literatura, en química, en medicina y en economía les valoran lo aportado a partir de políticas o acciones que le han servido a la comunidad internacional toda. Por eso el Nobel a Obama parece el anuncio de un giro en la conocida intención de los Nobel que es premiar para cerrar un compromiso, para alcanzar un logro posterior.


Ninguno de los Nobel de Paz que se conocen llegó a ese grandioso altar sin una hoja de vida llena de esfuerzos y logros. Obama no ha despegado ni ha obtenido nada y ya está en el umbral de la pacificación, por eso decimos que su escogencia parece más una acción premeditada para que no haga lo que pueda alterar aún más el curso del conflictivo mundo en el que nos movemos. No hay que olvidar que hace tan solo un par de semanas el poderoso hombre negro le envió un claro mensaje a Irán en el que le decía que si no renunciaba a su plan de fabricación de armas nucleares podría ser atacado por Estados Unidos en actitud de defensa. Por algo el propio mandatario gringo ante la sorpresa del anuncio del Nobel dijo con claridad que no se lo merecía.


Decir que fue un descache distinguir con el galardón de la Paz a Obama podría ser igualmente una ligereza que tarde o temprano se tendría que pagar pues nadie garantiza que no sea la persona con la capacidad para pacificar el mundo. Sin embargo esta distinción es tan salida de los cabellos como la fuerza mediática que alcanzó el nombre de Piedad Córdoba para el mismo premio sólo porque se ha reunido varias veces con las Farc sin ningún logro específico frente a la paz.

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