María Isabel Rueda
El Tiempo, Bogotá
Octubre 4 de 2009
César Gaviria tuvo entre sus posibilidades la de llevar una tranquila vida de exitoso galerista en Nueva York. Pero regresó a lo que sabe hacer y le gusta, que es la política, cuando sintió que su partido necesitaba un timonazo salvador. Y ahora maneja su propia encrucijada del alma: ¿se debe quedar o se debe ir derrotado de la jefatura de la colectividad después de los resultados electorales?
Ni el analista más original puede concluir que al Partido Liberal le fue bien hace ocho días. Tuvo un millón y medio de votos menos que en su último conteo electoral. Rafael Pardo, el candidato ganador, sacó menos votos de los que obtuvo en la consulta interna de hace cuatro años, cuando perdió frente a Serpa. Y, tal como están las cosas, no es Petro el que puede terminar arrimándose a Pardo en una consulta interpartidista, sino Pardo a Petro: según las encuestas, todo indica que el candidato del Polo está en camino de convertirse en el jefe de la oposición.
El liberalismo unido venía de perder las elecciones por primera vez en 30 años por culpa de Samper. Y luego Uribe las ganó y ocurrió una de dos cosas. O el Partido Liberal se volvió de oposición porque Uribe lo abandonó, o Uribe lo abandonó porque el partido se le volvió de oposición. Resolver cuál de esas cosas fue la que pasó es más difícil que saber si fue primero el huevo o la gallina. Gaviria pudo haber corregido esta divergencia o ahondarla y radicalizarla. Hizo lo segundo. Y el liberalismo se volvió el peor enemigo de un Presidente de origen liberal.
En el camino, Gaviria abandonó su naturaleza de ser el hombre más controlado del mundo. Terminó tratando a Uribe con palabras como "dictador" y acusándolo de querer acabar con la Constitución del 91.
Como consecuencia del resultado de las elecciones del domingo, los sectores liberales no afectos al ex presidente liberal han salido a cobrar su cabeza. Y, aunque tiene el cuero duro, durísimo, Gaviria puede no estar pasándola bien, cosa que yo lamento. Me habría gustado que se ahorrara este mal rato porque lo estimo y lo admiro. En la vida ha coronado con éxito sus principales empresas. Fue uno de los mejores estudiantes de los Andes, uno de los mejores ministros de Gobierno y de Hacienda que ha tenido el país, uno de los mejores presidentes de Colombia y uno de los mejores secretarios de la OEA, de lo que es prueba no haber dejado morir el organismo cuando lo recibió menguado y desprestigiado y lograr ponerlo a jugar un papel clave en la política de Venezuela y de Perú.
A Rafael Pardo le conviene que Gaviria se quede. Al mantenerse divididas las responsabilidades de jefe y candidato, se ahorra la jartera de hacer las listas al Congreso, y los que queden bravos, que son casi todos, se descargarán contra Gaviria. Por lo demás, ni la presencia de este incomoda a Pardo, ni es posible que ninguna de las decisiones que tome Pardo incomode a aquel.
Pero, así como a Pardo le conviene que se quede, ¿será que a Gaviria también le conviene quedarse?
Hoy en Colombia está rota, quizás para siempre, la tradición de que no éramos sino liberales o conservadores. El liberalismo ya no es el primer partido, ni siquiera el segundo. Puede hasta ser el tercero.
Así las cosas, a Gaviria parecería que le va igual de mal si se va o se queda. Aunque quizás sea mejor que por ahora se quede y le ayude a Pardo. Y mientras encuentra un momento menos malo para irse.
Todavía puede completar la labor que interrumpió para regresar a tomar las riendas de su colectividad, cuando iba rumbo a convertirse en uno de los mejores ex presidentes que ha tenido Colombia.
¡SE ME OLVIDA! Lo dijo en el nuevo programa de José Gabriel: ¿por qué el presidente Uribe, cuando se sintió enfermo a su regreso de Bariloche, sintió unas ganas irreprimibles de pedirle perdón a Piedad?
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