Editorial
El Tiempo, Bogotá
Diciembre 17 de 2009
Por fin, y al cabo de varios años de espera, el proyecto vial más importante de la historia del país se aproxima, ahora sí, a ser realidad. Esa es la conclusión que surge al ver los resultados de la licitación de la Ruta del Sol, que concluyó la noche del pasado martes, al cabo de una extenuante jornada. Tal como quedaron las cosas, dos de los tres tramos en que fue dividida la obra se adjudicaron a sendos consorcios, en los que participan firmas nacionales y extranjeras. No obstante, como fue necesario declarar desierta una parte de la iniciativa, es previsible que el cronograma, revisado tantas veces, sufra un nuevo retraso.
Vale la pena recordar que el objetivo del proceso es construir una autopista de doble calzada entre Bogotá y la Costa Atlántica, de 1.070 kilómetros de longitud, que llegue a inmediaciones de Santa Marta y tenga ramales a Valledupar y El Carmen de Bolívar. En términos prácticos, eso aseguraría que el tiempo de recorrido en un vehículo particular se disminuya a cerca de 10 horas, además de las ventajas en seguridad y competitividad en una ruta clave para el sector productivo.
Por otro lado, se trata de mejorar el perfil topográfico del trayecto, por lo cual el primer tramo, de 78 kilómetros, entre Villeta (Cundinamarca) y El Korán, en inmediaciones del río Magdalena, va a ser casi todo nuevo e implica la construcción de múltiples túneles y viaductos. En este caso, el triunfador fue el Consorcio Helios, con un costo inferior al billón de pesos, casi 200.000 millones menos que el de otra firma que lo acompañó en la puja.
El segundo sector, entre Puerto Salgar y San Roque (Cesar), tiene 528 kilómetros. Lamentablemente, para la ronda final tan solo calificó un proponente, con lo cual se malogró una de las metas iniciales, como era la de promover la competencia entre empresas constructoras. La ganadora fue Concesionaria Ruta del Sol, con una suma de 2,1 billones de pesos.
Tal como ya se anotó, la parte final, de 465 kilómetros, no tuvo adjudicatarios. Para los conocedores, las inquietudes que despierta el terreno cenagoso en los departamentos de Cesar y Magdalena, sumadas a los cálculos variados sobre el volumen de tráfico, alejaron a los proponentes. Quienes saben de estos temas aseguran que una nueva licitación tardará al menos seis meses y que las condiciones económicas de la misma deberán mejorar si se trata de atraer a un número mayor de posibles constructores.
Ese, el de la falta de un grupo amplio de interesados, es quizás el principal lunar de lo sucedido, pues, a raíz de lo visto en el primer tramo, hay quienes afirman que la Nación se habría podido ahorrar cientos de miles de millones de pesos. A pesar de las promesas hechas por el Ministro de Transporte en su momento, quien llegó a hablar de más de una docena de postulantes, la cifra de quienes llegaron al final acabó siendo muy reducida. Dicha observación se agrega a la inmensa demora en estructurar la licitación, con lo cual una obra que debería estar concluida el próximo año, apenas va a comenzar y, en consecuencia, su terminación tendría lugar a mediados de la nueva década.
Desde un plano más amplio, las enseñanzas que deja el camino transcurrido con la Ruta del Sol deberían servir para no volver a cometer los mismos errores. Con apenas 800 kilómetros de dobles calzadas en su haber, Colombia necesitaría al menos cuatro veces esa cantidad si desea equipararse a otras naciones latinoamericanas de desarrollo similar. Y, aunque la vía a la Costa Caribe permitirá recortar el rezago, es evidente que el principal cuello de botella sigue siendo el institucional, por encima incluso del de la necesidad de recursos. Solo cuando se corte ese nudo gordiano, el país tendrá las carreteras que se merece y que, urgentemente, necesita.
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