Jesús Vallejo Mejía
Carta a Jorge Eduardo Cock, Medellín
Noviembre 4 de 2009
Apreciado Jorge Eduardo:
A mí no me tienen que dar muchos argumentos acerca de los inconvenientes de una segunda reelección de Uribe, ni de los defectos, los errores y el desgaste suyos.
En circunstancias relativamente normales, lo más deseable sería el cambio en la dirección del Estado. Al fin y al cabo, una de las ventajas de la democracia, así sea tan precaria como la nuestra, radica en la posibilidad de que nuevos equipos, nuevas ideas, nuevos talantes, aire en el espacio público.
Pero lo que representa para el país la alianza de Chávez con la guerrilla hace que de ninguna manera podamos considerar que estamos en circunstancias relativamente normales. Por el contrario, vengo diciendo dentro del muy limitado ámbito de opinión de que dispongo, que Colombia atraviesa hoy la más difícil coyuntura internacional de toda su historia, pues tiene que hacer frente a un proyecto expansionista y liberticida que cuenta con el apoyo de grupos que no en vano sufren el calificativo de narcoterroristas, los cuales disponen de los ingentes recursos del tráfico de coca y carecen de todo sentido de los límites morales, jurídicos y hasta prácticos de la contienda política.
Es lógico que Chávez y la guerrilla deseen el cambio político en Colombia. Lo que no encuentro lógico es que los colombianos que somos conscientes de los peligros de esa funesta gavilla tratemos de ignorar las ventajas que a la misma le daría el debilitamiento de las fuerzas políticas que sustentan la seguridad democrática.
Repito que no me tienen qué convencer respecto de las desventajas de la continuidad de Uribe en el poder. De lo que me tienen que convencer es de las ventajas que ofrecen los demás candidatos que están en la palestra, las cuales no veo claras.
En el debate se ha puesto poco interés en un asunto crucial, que es la composición del Congreso venidero.
Insisto en que si Uribe, con todo el respaldo popular que lo acompaña, ha tenido toda clase de problemas para manejar el actual, cualquiera de los que aspiran a reemplazarlo tendrá que habérselas con una montonera indócil y voraz.
Me preocupa la situación de un Presidente que resulte elegido en una segunda vuelta a partir de componendas con los perdedores de la primera.
No estando Uribe en el debate, parece previsible que los candidatos más opcionados obtengan cada uno entre 1.500.000 y 2.500.000 votos, de modo que para conseguir los 6.000.000 necesarios para ganar en la segunda, los dos que pasen a ésta tendrán que ofrecer el oro y el moro para llegar a esa cifra, con el agravante de que los congresistas ya elegidos cobrarán caro sus respaldos, pues ya tendrían lo que buscaban.
No me cansaré de insistir en que a Colombia la rige lo que he llamado el Código Funesto, vale decir, la Constitución de 1991.
La crisis institucional, que se agrega para colmo a la internacional, es evidente. Lo de los choques de trenes, lo de la imposibilidad de elegir Fiscal, lo de una justicia con visos de sesgo político, lo de una Corte Constitucional omnipotente, lo de la corrupción en auge en todos los órdenes, lo de la violencia que renace, suscita inquietudes al por mayor.
Aunque volver a mencionar el Frente Nacional sea hoy políticamente incorrecto, en mis cogitaciones solitarias he llegado a la conclusión de que la mejor alternativa frente a la reelección serían los acuerdos de las fuerzas políticas en torno a lo que Álvaro Gómez Hurtado denominaba lo fundamental.
Tenemos que enfrentar la proditoria alianza de un peligrosísimo enemigo externo con un adversario interno al que no he vacilado en comparar con Pol Pot y sus jemeres rojos en Kampuchea. Piensa, por un solo segundo, en lo que significaría una guerrilla triunfante en el poder o incluso en un cogobierno con esos criminales de lesa humanidad, con el respaldo de la bota chavista. Dar marcha atrás en lo que se ha conseguido, como sería otorgarles zonas de despeje o reconocimiento unilateral de personalidad política, sería algo extremadamente calamitoso.
Si tienes fórmulas para que se consolide la unión y cesen los partidos en lo que es vital para la suerte de Colombia, me encantaría intercambiar ideas contigo para perfeccionarlas y ponerlas en ejecución. De lo contrario, entraríamos en un diálogo de sordos.
Cordial saludo.
Jesús Vallejo Mejía
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