viernes, 4 de diciembre de 2009

Escenarios bolivarianos

Marcos Peckel

El País, Cali

Diciembre 4 de 2009

Finalmente los supersónicos Sukoi de la Fuerza Aérea venezolana, que habían sido puestos en alerta por el presidente Chávez desde la Operación Angostura, donde el Ejército colombiano había dado muerte a ‘Raúl Reyes’, despegan del aeropuerto Francisco Mirando con destino a algún lugar en Colombia. Pero una vez cruzan la frontera, los pilotos hacen las señales internacionales para solicitar asilo y los aviones Kafir de la Fuerza Aérea colombiana, que habían sido enviados a interceptar a los Sukois, los escoltan a la base militar de Palanquero, donde a los pilotos les es concedido el asilo mientras que los aviones son entregados, para inspección, a los oficiales norteamericanos presentes en esa base desde que el Gobierno colombiano firmó el acuerdo de cooperación militar en el 2009.

Venezuela acusa desde hace varios meses una escasez crónica de productos básicos y a la población se le reparten por parte de los círculos bolivarianos cupones de racionamiento para acceder a alimentos y productos de aseo, que años atrás llegaban de Colombia pero que con el cierre de la frontera no han podido ser reemplazados por el régimen bolivariano. Las otrora atrafagadas autopistas venezolanas, construidas en la dictadura de Pérez Jiménez, yacen vacías ante el racionamiento de gasolina y la carencia de autopartes para los viejos vehículos que aún circulan por esta atribulada capital. La hiperinflación reinante ha causado el cambio de la moneda. El bolívar fuerte ha sido reemplazado por el bolívar nuevo, quitándole seis ceros a éste último. El contrabando de productos básicos provenientes de Colombia, controlado por militares venezolanos, supera las más altas cifras nunca alcanzadas por el comercio legal.

La producción petrolera de Venezuela, que en su cenit había llegado a unos cuatro millones de barriles diarios, se ha reducido a escasamente un millón. El canal opositor Globovisión ya ha sido cerrado por las autoridades y las ciudades colombianas en frontera no dan abasto con el flujo de refugiados del vecino país.

El intento de la guardia nacional venezolana de ocupar la ciudad de Cúcuta con tanques rusos M72 había sido repelido por el Ejército colombiano, curtido en las lides de la guerra, y gracias a los aviones no tripulados adquiridos a Israel una vez la escalada bélica había comenzado. Similares intentos se habían dado en Arauca y La Guajira.

Venezuela también había disparado misiles iraníes hacia la ciudad de Bucaramanga, pero estos aterrizaron en campo abierto sin causar daños. Este envío de misiles cesó una vez Colombia, siempre prudente, amenazó con responder bombardeando los campos petroleros en el golfo de Maracaibo.

Los intentos de mediación habían fracasado. Colombia ya se había retirado de la Unasur, organización etérea fundada en el 2008 por Brasil para cimentar su poder regional que, sin embargo, nunca evolucionó mas allá de los ‘realities’ televisados. La OEA había realizado interminables votaciones para enviar observadores que nunca llegaron. Y el Consejo de Seguridad de la ONU sesionaba únicamente para tratar el conflicto israelí-palestino y el problema nuclear iraní. El presidente Obama buscaba afanosamente una salida a la guerra de Afganistán, de donde los aliados de la Otan ya se habían retirado, por lo que las escaramuzas entre Colombia y Venezuela no eran prioritarias para su administración.

En la capital colombiana la vida transcurría normalmente. Los incidentes en la frontera no eran más que titulares periodísticos.

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