miércoles, 9 de diciembre de 2009

¿China e Irán enfrentados?

Beatriz De Majo

El Colombiano, Medellín

Diciembre 9 de 2009

Mahmoud Ahmadinejad la emprendió duramente en contra de Rusia la semana pasada, cuando se dio a conocer la alineación de Moscú con Washington en las eventuales sanciones que pudiera aplicar la comunidad internacional a su país, tras la comprobación de que Irán no desiste de su propósito de continuar enriqueciendo uranio y desoye cada uno de los llamados del órgano de vigilancia atómica de las Naciones Unidas.


En relación con China, otro país que se sumó a Occidente en la votación de la AIEA en contra del país persa, la reacción ha sido, hasta ahora, más comedida.


La razón tiene que ver con la importancia que revisten para la economía iraní las compras chinas de su petróleo. Las exportaciones de Irán al mundo entero andan en el entorno de los 2.1 millones de barriles diarios, pero China es su mayor comprador con 500.000 barriles de crudo diario, seguido de cerca por Japón, que adquiere 450.000 e India que importa unos 375.000. Ninguno de los otros socios comerciales de Irán en el terreno de la energía -Sur África, Italia, Francia, España y Grecia- son capaces, individual o colectivamente, de llenar el vacío que dejarían las importaciones chinas si un embargo petrolero sobre Irán llegara a materializarse. De allí que la furia verbal iraní se ha concentrado más en Rusia que en China.


China, que siempre se mostró reticente a adoptar medidas en contra del régimen iraní, se ha convertido en una pieza clave del viraje que se puede producir en la resolución del problema del armamento nuclear de Irán o en el debilitamiento de su poder de negociación con los otros grandes del mundo.


En el pasado reciente, un decrecimiento de los volúmenes de crudo que Irán coloca en los mercados globales habría tenido un enorme impacto en los precios globales, pero la situación actual es la contraria: las inmensas reservas de crudo y derivados con que cuentan los países productores, listas para ser lanzadas al mercado, y los cientos de miles de barriles que surcan los mares en los buques tanqueros, le han quitado protagonismo a la producción iraní.


El único perjudicado con una eventual cesación o disminución de los envíos de crudo a China es el gobierno del líder Ahmadinejad. 80% de los ingresos de exportación de Irán provienen del petróleo, pero, además, los ingresos fiscales petroleros aportan más del 50% del presupuesto gubernamental, incluyendo los salarios y el financiamiento de las brigadas Mullah's antiimperialistas que oprimen al pueblo de ese país.


El caso es que con la tríada armada entre Estados Unidos, Rusia y China, y una fina tarea de persuasión de parte de Arabia Saudita, el equilibrio de fuerzas se pudiera alterar en los temas armamentistas nucleares a favor de quienes intentan desactivar la bomba de tiempo que Irán y sus aliados encarnan.


Se hace más viable la alternativa de una negociación que haga entrar en razón a Teherán o, en caso contrario, se acerca notablemente la posibilidad de imponer sanciones que inhiban al gobierno islámico de progresar en la carrera del enriquecimiento de uranio para fines no pacíficos.

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