Maria Clara Ospina
El Colombiano, Medellín
Diciembre 9 de 2009
¿Puede Estados Unidos ganar la guerra contra los talibanes en Afganistán simplemente enviando treinta mil soldados adicionales? Definitivamente no.
Una de las características de la guerra de guerrillas es que éstas no tienen afán en su lucha, el tiempo es su aliado. Así lo hemos visto con la ETA en España, o con las Farc en Colombia, quienes, aun con la desaprobación y desprecio de sus conciudadanos, llevan más de 50 años de derrotas y ahí están "como si nada".
Los talibanes, viejos en su lucha, fieles al adagio árabe, "se sentarán a esperar el paso del cadáver de su enemigo". Al contrario, Obama está presionado por el costo de la guerra, el cual acrecienta permanentemente el enorme déficit fiscal estadounidense y, por la presión política de su propio pueblo, ansioso por salir de este conflicto cuanto antes. Por este motivo se vio obligado a poner un límite, posiblemente irrealizable, de dos años a su nueva estrategia.
Al igual que en Vietnam, en Afganistán Estados Unidos no ha logrado establecer un gobierno local que atraiga la lealtad de su propio pueblo.
El gobierno recientemente electo está plagado por corrupción e ineptitud. Además, es lejano a las realidades de las aldeas y las necesidades culturales afganas. Así que, de retirarse las fuerzas norteamericanas, tal gobierno no demoraría en ser derrotado.
Pero quizás el más preocupante de los problemas que enfrentan los norteamericanos en esta guerra, es que los talibanes encuentran refugio fuera de Afganistán, en las áreas tribales del noroeste de Paquistán en Waziristán y en la provincia de Baluchistán.
Allí se reagrupan sus fuerzas después de los ataques contra los norteamericanos, allí tienen sus campos de entrenamiento y, más importante aún, allí se esconden sus líderes y la jefatura de Al Qaeda. Desde estas localidades se crean estrategias y se comandan los ataques terroristas que se perpetúan en Afganistán y otros lugares del mundo.
Esto lo saben el General McCristal y su estado mayor. Sin embargo, hablar de guerra en Pakistán, un Estado con armamento atómico y supuestamente amigo de Estados Unidos, es inadmisible para el gobierno de Obama. Por eso, las intervenciones gringas efectuadas en esas regiones son, teóricamente, coordinadas con el gobierno de Islamabad. Son ataques "limpios", rápidos, con pocos hombres y con tiradores de alta precisión, o con armas ultramodernas como misiles disparados desde el espacio contra blancos estratégicos.
Es indudable que EE.UU. no quiere cometer el mismo error que cometieron los soviéticos en su tiempo, ignorando la importancia de los campamentos talibanes en Pakistán.
Los generales norteamericanos, bien preparados en guerra contra guerrilla, irán entrando en la medida necesaria en Pakistán, no cabe la menor duda de esto.
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