Gabriel Melo Guevara
La Patria, Manizales
Diciembre 2 de 2009
El objetivo específico e inmediato no es internacionalizar los problemas con el Gobierno de Venezuela sino defender nuestra frontera. Son cosas bien distintas, que deberíamos tener claras cuando se apela a los organismos internacionales.
No se trata de acudir ante la Organización de las Naciones Unidas a reseñar los ataques institucionales y personales contra el país y su Presidente, ni a recordar las amenazas de guerra que se volvieron rutinarias en la retórica de Chávez, ni a describir los cierres de la frontera, ni a enumerar los perjuicios causados por la agresión económica, ni a mostrar las imágenes de militares venezolanos cuando volaban unos rudimentarios puentes peatonales. Todo esto lo conocen muy bien las cancillerías del mundo entero y, desde luego, las delegaciones ante la ONU.
No hay que repetirles lo que ya saben, para “mantenerlos oficialmente informados”. Si acaso para cumplir alguno de esos trámites que le encantan a la burocracia internacional. Cuando insistamos responderán, como hasta ahora, que van a leer nuestras cartas y nada más.
Si se busca defender la frontera, es necesario solicitar acciones concretas, como el envío de cascos azules, que es la mejor manera de prevenir unos enfrentamientos anunciados en todos los tonos y ratificados por abiertas medidas de provocación.
No tendría sentido abrir la discusión sobre temas distintos, invitar a que se escudriñen los acuerdos de Colombia con otros Estados, o entrar en la eterna polémica sobre las bondades de la libertad política y económica frente al socialismo del Siglo XXI y al galimatías que armó con los postulados socialistas del Siglo XIX.
De nada nos sirven las exhortaciones a la cordura que equiparan agredido y agresor, cuando hay por el otro lado un derroche de agresiones verbales y de hecho y, por el nuestro, una encomiable demostración de paciencia casi infinita.
Nuestra posición no necesita aclaraciones. Lo procedente es solicitar una acción concreta, como la presencia de los cascos azules, basados en un argumento irrefutable: las amenazas de guerra gritadas a los cuatro vientos convertirán cualquier incidente en una chispa incendiaria. Y nada más fácil de provocar que un incidente fronterizo. Por eso es tan urgente ubicar cascos azules en la línea limítrofe.
La petición no es insólita. La ONU ha intervenido directamente más de sesenta veces para prevenir y solucionar conflictos, desde el Grupo de Observación Militar en India y Pakistán, en 1949, hasta la reciente Misión en la República de África Central y el Chad, en el 2007. Inclusive uno de sus primeros Secretarios Generales, Dag Hammarskjöld, murió al estrellarse su avión en Ndola, Zambia, en 1961, cuando volaba hacia el entonces llamado Congo Belga, en una azarosa gestión pacificadora.
Una solicitud de esta naturaleza coloca el tema en su justa perspectiva, es la reacción lógica de un país respetuoso de los demás, cuya prudencia no puede confundirse con pusilanimidad, y la notificación al mundo entero sobre la gravedad del problema.
La demora en presentarla le ha dado tiempo a Chávez para enredarlo todo, solicitándole al Consejo de Seguridad que estudie el conflicto interno colombiano. Otra vez desperdiciamos la ocasión de tomar la iniciativa y continuamos a remolque de los acontecimientos que los demás precipitan, mientras aquí, entre casa, nos repetimos unos a otros “¡cómo somos de prudentes!”
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