lunes, 14 de diciembre de 2009

El intocable

Javier Darío Restrepo

El Heraldo, Barranquilla

Diciembre 14 de 2009

El ciudadano José Alfredo Escobar se ha propuesto ser intocable y para ello le valen las prerrogativas de su condición de magistrado. Al contrario de lo que sucede con las demandas y acciones de tutela del ciudadano común, las de Escobar son las acciones del honorable magistrado. Es la calidad y la fuerza que han tenido sus acciones legales contra los periodistas Alejandro Santos, director de Semana, Rodrigo Pardo, director de Cambio y Mauricio Vargas, columnista de El Tiempo.

Tal vez por esa razón los funcionarios judiciales que han amenazado con prisión a los tres periodistas, no han tenido en cuenta las consideraciones que desde 1964 comenzaron a hacerse los jueces que han tramitado demandas como las interpuestas por el magistrado Escobar.

En 1964 el New York Times publicó una información sobre los excesos de la policía de Alabama contra la familia de Martin Luther King, quien otra vez había sido encarcelado. Un comité, defensor del pastor, se había manifestado con cantos y carteles y la policía, respaldada por sureños racistas, bombardearon la casa y casi mataron a la esposa e hijo de Luther King. A la publicación respondieron el gobernador y el director de la policía, L.B. Sullivan. Sus cartas fueron publicadas, pero el señor Sullivan reclamó una indemnización de 500.000 dólares.

La descripción de los hechos tenía errores, la prensa local apoyó a Sullivan y el caso fue finalmente al Tribunal Supremo. El juez Brennan estudió la demanda y redactó una sentencia, que los jueces estudiosos conocen y tienen en cuenta cuando a sus despachos llegan casos similares, porque su doctrina ha resultado ser instrumento de mantenimiento de las garantías con que la constitución de Estados Unidos protege la libertad de prensa.

Según el juez “convencer a los demás del propio punto de vista exige a veces recurrir a la exageración o a la difamación de hombres prominentes o a la formulación de enunciados falsos. (¡¡¡) Pero el pueblo de este país ha comprobado a través de su historia que estas libertades con sus excesos y abusos, resultan esenciales para la formación y el correcto comportamiento de los ciudadanos en una democracia.”

La sentencia, más adelante, hace útiles precisiones para los que estén a punto de rasgar sus vestiduras, escandalizados: la formulación de enunciados erróneos es inevitable en un debate libre en que están de por medio, no particulares, sino servidores públicos. Allí se trataba del jefe de policía y del gobernador: “ es preciso que el servidor público pruebe de forma clara que la publicación se hizo con malicia real o efectiva, con conocimiento de que era falso o con descuidada consideración acerca de si era falso o no.”

En una democracia el derecho del público a saber sobre el comportamiento de los funcionarios que, por serlo, tienen responsabilidad sobre intereses públicos – era el caso del jefe de la policía y lo es ¡en qué forma! Un magistrado, - legitima las dudas, las sospechas, las preguntas y, por tanto, la investigación y el debate en el que son inevitables los errores, inadmisibles si son maliciosos o formulados con descuido para verificar si son falsos o no. De no ser así, el debate sobre funcionarios debe ser, apunta el juez Brennan en Sullivan vs New York Times, “desinhibido, robusto y ampliamente abierto, y puede incluir vehementes, cáusticos y a veces desagradables y afilados ataques contra el gobierno y los servidores públicos” Al fin y al cabo es el contrapeso, desde la ciudadanía, a los poderes.

En un debate así nadie puede erigirse en estado de infalibilidad, ni a nadie puede exigírsele ese atributo. En todo proceso de búsqueda de la verdad debe haber el margen para el error.

Para que el debate se adelante dentro de una inevitable condición de falibilidad, deben preservarse ese margen y el deber de rectificar, corregir o aclarar., porque en una democracia sana cada ciudadano conoce su derecho y deber de buscar la verdad, no a poseerla. Razones por las que en una sociedad democrática no hay, ni puede haber intocables.

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