martes, 1 de diciembre de 2009

Oposición y ética

Darío Ruiz Gómez

El Mundo, Medellín

Noviembre 30 de 2009

Lo que en términos taurinos llamamos una espantá, fue lo que se produjo por parte de la oposición el día que se debió sancionar al Ministro de Agricultura a causa de las fundamentadas acusaciones que esa oposición le había hecho. Lo primero que los simples ciudadanos debieron pensar es que esta ausencia se debió al hecho de que todos tenían rabo de paja y por lo tanto podrían pasar de acusadores a acusados. Recordemos con Marcusse que el sistema crea sus propios anticuerpos y lo que parece una oposición puede fácilmente convertirse en una bufonada que en lugar de cuestionar, termina por ser asimilada por los acusados y por el poder que los cobija.

Recordemos en lo que terminaron las asonadas juveniles de los años 60-70, violencia gratuita, liberaciones despiadadas, caídas en la trampa mortal de la droga y una generación que acabó en la caricatura de la rebeldía. A juzgar por lo que estamos viendo en este caso el sistema no ha necesitado de la rebelión estudiantil, de una izquierda doctrinaria, pues como ya lo han señalado con lúcida objetividad Ulrich Beck y Zygman Bauman, el consumismo se ha encargado de eliminar en esa oposición lo que define una verdadera protesta: su alcance ético. Recordemos igualmente como el arribismo ha ido convirtiendo al Partido Liberal en una simple maquinaria burocrática alejada de los grandes debates de la vida nacional.

Cada semana las Farc asesinan niños y ancianos, pero como para esta izquierda el concepto de terrorismo es un concepto burgués, han terminado por precipitarse en la anomia moral y, devorados por su propia terminología, conducidos a un callejón sin salida tal como ha sucedido con Piedad Córdoba, con Iván Cepeda, con el Polo.

Quien carece de la debida preparación intelectual para afrontar las encrucijadas a que conduce la vida política, termina por caer en la perversión ética, pues carece de la autocrítica para evitar caer en el dogmatismo, deslizarse de la democracia al totalitarismo. Esta ética define el sentido de justicia de Rawls, de Sartoris, de Bobio, o sea de un liberalismo recuperado en su papel civilizador. La restauración moral de la república que tanto obsesionó a Gaitán no era otra cosa que la recuperación ante la barbarie de los principios y responsabilidades ante la civilización. El espectáculo que en este caso dio vergonzosamente el Congreso es la demostración de que los partidos políticos dejaron de cumplir con su tarea democrática para caer en la trampa del oportunismo electoral. ¿Se trata de propiciar el espacio de la democracia, o solamente desplegar estrategias electorales? ¿Lo importante es devolverle al Partido Liberal sus principios históricos, sus responsabilidades ante la comunidad o el de hacer pactos a ciegas con grupos de una propuesta totalitaria?

“El que quiera ocuparse de política, pero especialmente el político profesional debe ser consciente de las paradojas éticas y de la responsabilidad que contrae por efecto de éstas, ya que entran en relación con las potencias diabólicas que se agazapan detrás de toda violencia”. Esta definición de Max Weber pone de presente que en la política no hay inocencia y que la ignorancia conduce a los grandes pecados éticos frente a los ciudadanos. ¿No se ha dado cuenta el ex presidente Samper de que su falta de juicio dictada por la amargura y el rencor lo está conduciendo hacia una figura jurídica que se llama “traición a la patria”?

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