Aurelio Martínez Canabal
El Nuevo Siglo, Bogotá
Diciembre 8 de 2009
Pocos encuentros internacionales han suscitado tanto suspenso, como la Conferencia de las Naciones sobre Cambio Climático, que se realiza esta semana en Copenhague. Ciento noventa países y más de 20 mil participantes, son las cifras que dan idea de la magnitud del evento. Es resultado de los augurios, ciertamente tremendistas, que de unos años a esta parte han venido haciendo los más acérrimos defensores de la causa verde. Y es que si la primavera llega más pronto en Europa o si reaparecen los huracanes en el Caribe, el diagnóstico de estos altibajos en el entorno de la naturaleza hace referencia al aumento de la temperatura planetaria como la única causa de tales fenómenos. La colectiva preocupación, que aproxima a ecologistas y políticos en trance de popularidad, requiere en su análisis más racionalidad y menos emoción.
Son innegables las alteraciones en los casquetes de hielo en los polos y en muchas cadenas montañosas el mundo, así como los cambios en las mareas y otras situaciones que afectan el entorno natural. Pero, de ahí a presagiar toda suerte de futuros apocalípticos acontecimientos, hay bastante distancia. Y no es la apreciación de alguien que no presume de ser experto en estas materias. Sí son consideraciones de analistas tan calificados como Bjorn Lomborg, quien en su conocida obra El Ecologista Escéptico, expresa: “El calentamiento global se ha convertido en la gran preocupación medioambiental de nuestros días. Nadie duda de que la humanidad haya influido en ese fenómeno y sigue aumentando las concentraciones atmosféricas de CO2, lo que influirá en la temperatura. No obstante, debemos separar las exageraciones de la realidad, si es queremos elegir el mejor futuro posible”.
Unas estadísticas citadas por Lomborg ilustran la situación examinada. Durante el pasado siglo las temperaturas aumentaron 0,6°C y en los últimos 25 años la sensibilidad climática central de 1,5-4,5°C no ha variado. Esto no significa que la luz de alerta sea inoportuna. Sólo que hay que frenar el histerismo informativo y definir responsabilidades frente al calentamiento global.
Los países desarrollados ocasionan un 65% del fenómeno meteorológico. Es de esperar que económicamente les proporcionen a las naciones menos desarrolladas los recursos que permitan, como en el caso de Colombia, evitar la tala de bosques y la adecuada conservación de la biodiversidad. Ojalá en las deliberaciones de Copenhague, las naciones con altas emisiones de CO2, como Estados Unidos, China, India y Brasil, acepten ir reduciendo dichas emisiones, y acuerden una repartición equitativa de contribuciones entre los Estados participantes en el encuentro.
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