Editorial
El Colombiano, Medellín
Noviembre 1 de 2009
La mayoría de ciudadanos hondureños se manifestó con contundencia en las urnas y expidió un aval democrático al nuevo presidente Porfirio Lobo, que la comunidad internacional no podrá desconocer e ignorar, así haya voces que insisten en no reconocer como legítimo lo que la Constitución de Honduras jamás desconoció como ajustado a la ley: las elecciones de antier domingo.
Esos que hoy sienten la derrota de Manuel Zelaya como propia y dicen que el voto de no menos de tres millones de ciudadanos de todos los partidos, incluido el del derrocado presidente, carece de legalidad, debieron haberse pronunciado antes de los comicios, para objetarlos. ¿Acaso albergaban la posibilidad de mantener en el poder a uno de los zelayistas y conservar así sus dañinas influencias desde afuera?
No es coincidencia que los primeros en salir a desconocer la elección de Porfirio Lobo hubieran sido los Chávez, los Kirchner, los Evo, los Lugo y los Ortega, y unos cuantos países europeos que aún mantienen simpatías con la izquierda retrógrada, esa que combina todas las formas de lucha en su ambición de poder.
El Gobierno colombiano, como tantos otros que entienden que la democracia no se logra por decreto, ha reconocido la transparencia de los comicios en Honduras y, por ende, la legitimidad que tiene su nuevo mandatario. Estados Unidos, uno de los que había puesto en duda el valor de las elecciones, ayer también expresó su satisfacción por la copiosa participación ciudadana y la amplia victoria de Lobo, que superaba los 16 puntos porcentuales sobre el oficialista Elvin Santos.
¿Tendrá la OEA, después del pobre y tímido papel que jugó durante los cinco meses de crisis política en Honduras, la capacidad para desconocer lo que tan claramente decidió el pueblo hondureño? No lo creemos y sería bueno que para la reunión extraordinaria del próximo viernes tomara nota de lo que está expresando la mayoría de países con verdaderas democracias y aprovechara esta cita para examinar los graves problemas que afrontan algunos vecinos, precisamente, por falta de transparencia y garantías democráticas dentro de sus propios linderos.
Los cinco candidatos que pusieron sus nombres a consideración del pueblo también han expedido un aval de legitimidad a las elecciones y al triunfo de Porfirio Lobo, lo que sin duda facilitará el diálogo abierto y con todos los partidos que ha propuesto el electo presidente.
La situación de Honduras, empero, no es fácil. No sólo la crisis que desató el derrocamiento de Zelaya y la interinidad de Roberto Micheletti, sino los crecientes índices de pobreza y corrupción, ofrecen grandes retos a Lobo. El papel que juegue la comunidad internacional en este nuevo proceso será fundamental para lograr que esa frágil democracia se consolide.
La permanencia de Manuel Zelaya como asilado en la embajada de Brasil es un obstáculo para consolidar la unidad nacional que necesita Honduras. Lula da Silva debería ayudar a resolver esa situación, bajo las garantías jurídicas y de seguridad que ha ofrecido Lobo para el derrocado presidente. Los hondureños así lo decidieron en las urnas.
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