Sergio Muñoz Bata
El Tiempo, Bogotá
Diciembre 1 de 2009
Confieso que de no haber recibido el libro de Sarah Palin como regalo de un viejo amigo tan conservador como ella, aunque notoriamente más masoquista, nunca ni lo habría comprado ni lo habría leído ni se me habría ocurrido escribir sobre él. Y digo esto a pesar de que cuando conocí a Palin en mayo del 2007, cuando era gobernadora de Alaska y platiqué brevemente con ella, su naturalidad, su simpatía, su belleza y su desparpajo me causaron una buena impresión.
También me impresionó, debo reconocerlo, su debut en la escena política nacional. Su discurso de presentación como candidata a la vicepresidencia por el Partido Republicano fue memorable por la agudeza de su posicionamiento político como un perro pitbull con los labios pintados, y por su manera de expresarlo, que fue poco menos que impecable.
Su desempeño en la campaña presidencial, sus pronunciamientos, sus yerros y su evidente falta de preparación para el puesto me hicieron cambiar de opinión. La lectura de Going Rogue fortaleció mi convicción de que Palin no estaba capacitada para ser vicepresidenta en el 2008.
El libro es, sobre todo, un intento de posicionarse como una mujer, fiel esposa y abnegada madre de cinco hijos que triunfa en la política gracias a su fe religiosa, su determinación, y la suerte de haber nacido, dice la autora, en un país "excepcional", sin par en el mundo.
Para entender su peculiar visión del mundo, bastaría con ver el mapa en la primera página del libro que coloca a Alaska como el centro del planeta. Con razón en plena campaña presidencial Palin documentaba sus credenciales como experta en política exterior asegurándonos que desde la ventana de su casa podía observar lo que pasaba en Rusia.
Going Rogue es también un libro revanchista cuyo propósito es ajustar cuentas con los estrategas de su fallida campaña. El título del libro, que no tiene fácil traducción al español, se refiere a un comentario, casi un reparo, que, según Palin dice, hiciera uno de los estrategas cuando la candidata criticó públicamente la decisión de no contender por el voto en el estado de Michigan, saliéndose del papel que le tenían asignado.
El libro le sirve para evadir su responsabilidad por el fracaso. Los responsables de la derrota fueron otros. Por ejemplo, de la famosa entrevista con Katie Couric, que reveló su apabullante ignorancia, dice que su culpa fue haberse incomodado con las preguntas sesgadas de la entrevistadora, pero atribuye la responsabilidad del fiasco a sus manejadores políticos, que le habían asegurado que la entrevista sería cómoda, breve y suavecita.
De su repertorio de ideas, baste señalar que en pleno siglo XXI Palin está en desacuerdo con la teoría de la evolución de Charles Darwin: "Yo no creo en la teoría de que los seres humanos -seres pensantes, con capacidad de amar- provengan de peces a quienes les brotaron piernas que les permitieron deslizarse del mar a la tierra, o de changos que descendieron de los árboles".
Según la agencia de noticias AP, la lista de errores fácticos que contiene el libro incluye cuentas de gastos falsificadas; mentiras sobre la procedencia de fondos para sus campañas políticas; declaraciones contradictorias y muchos más. Lo alarmante, sin embargo, es que la mayor parte del libro la dedica a confesarnos que para ella todo lo que tiene relevancia en su vida ha sido un designio de Dios, como si fuera la vida de una santa.
De su posible futuro hay muy poco. Una decena de páginas en las que reafirma sus credenciales conservadoras, sus creencias religiosas y su convicción de que la mejor política extranjera es fortalecer a las fuerzas armadas.
¿Se muestra preparada para la presidencia en el 2012? No más que durante la campaña del 2008 y si en ese entonces era evidente su fragilidad, para el 2012 no se ve mejoría. Sigue mostrando que le cuesta trabajo entender mejor lo que pasa en el país y en el mundo. Peor aún, sigue sin asumir la responsabilidad por sus errores, prefiriendo adjudicársela a otros.
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