Editorial
El Nuevo Siglo, Bogotá
Diciembre 17 de 2009
Se menciona la Italia negra, como esa zona oscura de las pasiones y la violencia, que desde los tiempos lejanos del Imperio Romano han conducido al atentado personal contra el gobernante de turno. Fueron patricios los que atentaron contra la vida del gran Julio César y los que lo eliminan, cuando estaba a punto de convertirse en Emperador y se especulaba con unir Oriente y Occidente, mediante el matrimonio del caudillo romano con Cleopatra, que da lugar a una de las obras más interesantes y memorables de Shakespeare. Es así como pasan los siglos sin que se modifique del todo el espíritu de los romanos, incluso en tiempos del Renacimiento y esplendor cultural y artístico, y de la Italia moderna, ha sido recurrente la agresión personal contra políticos y altos prelados. Después de la I Guerra Mundial los atentados personales por causas políticas los protagonizan las izquierdas y los fascistas. En plena II Guerra Mundial, el Duce elimina a varios de sus adversarios y cuando huye con su amante disfrazado de soldado alemán es reconocido por partisanos que lo fusilan y cuelgan de los pies. El abuso de la violencia por parte de las Brigadas Rojas tuvo en jaque a políticos y jueces.
Por paradójico que parezca el gobierno de Silvio Berlusconi se destaca por el uso de métodos civilizados para cautivar a los electores, como para derrotar a sus adversarios. Se caracteriza por ufanarse de su figura, sus éxitos, su poder y sus millones, algo común a la manera de ser sus compatriotas, que no se contentan con ganar la lid, sino que celebran sus triunfos y la derrota de sus enemigos. Por supuesto, para muchos italianos son mejores las ideas de Berlusconi que su estilo, lo consideran arrogante, fatuo, en ocasiones insensible y fanfarrón. Lo que nadie puede decir es que es diferente al resto de los italianos, que en mayor o menor grado se le parecen, incluso en la admiración profunda por las mujeres bellas, graciosas e inteligentes. Mas las pasiones siguen a flor de piel. Es verdad que Berlusconi derrota a los socialistas, los democristianos y atrae a casi todas las fuerzas de centro derecha, domestica a los separatistas del norte y se da el lujo de ganar las elecciones cuantas veces reclama el voto del pueblo, en medio de los más graves escándalos que habrían liquidado a cualesquier otro político. Eso se explica por esa mezcla de amor y odio que suscita, de admiración y rabia, de odio visceral entre las izquierdas.
El hombre que atenta contra Silvio Berlusconi, pertenece a la Italia negra de los inadaptados, que sufren pesadillas, ven visiones, se sienten llamados a darse a conocer por un magnicidio y que suelen ser manipulados por fuerzas oscuras. Berlusconi es un monstruo de los medios de comunicación y, desde luego, del abuso desfachatado del poder. La justicia lo ha enfrentado varias veces y mediante su poder político ha conseguido amañar las leyes a su favor. No se priva de ningún placer y se regodea de valerse del estiércol del diablo para sobornar opositores, enemigos, damas ardientes y atraer gentes valiosas a su causa. Es un maestro del juego de los millones en las altas finanzas, tiene poderosos intereses en el fútbol, no pudo mantener las apariencias de un hogar convencional, puesto que los continuos líos de faldas rompieron el corazón de su esposa, que le solicita el multimillonario divorcio.
Berlusconi siempre está en el ojo del huracán, por tanto al sufrir la violenta agresión y aún atontado por el golpe y con la sangre corriendo por su rostro, intenta enfrentar a su atacante, lo que impide su incompetente guardia personal. El atentado no solamente divide a Italia; la gente se manifiesta en el mundo entero, unos a favor y otros en contra del gobernante que parece seguir las normas de Nietzsche, de vivir peligrosamente y no darse por vencido jamás.
Lo cierto es que se puede acusar al político italiano de todo, menos de predicar o practicar la violencia. Lo mismo que es de recordar que incluso los asesinatos de la mafia se han reducido muchísimo en ese país. Así que este intento de eliminar al caudillo rompe el esquema de actuar y prueba que el poder de la conjura de grupos adversos o la sinrazón de un loco que resuelve eliminar al gobernante, siempre están presentes en la medida que éste se expone en público y se mueve como los ídolos de las multitudes, lo que tiene un riesgo y un precio que no se deben menospreciar. Y la verdad de las oscuras motivaciones del atentado está por verse y quizá nunca se conozca.
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