Editorial
El Tiempo, Bogotá
Diciembre 15 de 2009
El jueves pasado, y al cabo de meses de expectativa, se publicó el informe final de
Según el documento, la presencia y el despliegue de la guerrilla en Ecuador son más profundos y extendidos de lo que el presidente Rafael Correa suele reconocer. "Las Farc y el narcotráfico han logrado penetrar varias instancias de los organismos políticos, judiciales, culturales y sociales", afirman en una de sus conclusiones los cinco notables que lo redactaron. Si bien estos desmienten cualquier vínculo entre el Palacio de Carondelet y la agrupación ilegal colombiana, sí confirman los nexos entre el jefe guerrillero 'Raúl Reyes' y ex funcionarios del gobierno ecuatoriano, como el ex ministro Gustavo Larrea y el general (r.) René Vargas, actual embajador en
El informe muestra, así mismo, la desconexión existente entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas en Ecuador. Los militares del vecino país mantuvieron un "bloqueo deliberado de información" al presidente Correa sobre la magnitud real de la presencia y el accionar de las Farc al otro lado de la frontera. También se concluye que, desde la base estadounidense de Manta, se produjo "inteligencia estratégica" para la ubicación de 'Reyes'.
Para la opinión pública ecuatoriana, los resultados tangibles del documento no se equiparan con las grandes expectativas sobre infiltración del narcotráfico que los autores habían generado en entrevistas previas. Tampoco para el Gobierno en Quito, que buscaba la ratificación de su tesis referente a la activa participación de Estados Unidos en el ataque militar. No es de extrañar que el propio Correa se haya declarado "un poquito desilusionado". Si bien el reporte no logra probar en forma contundente varias de sus más polémicas aseveraciones, sus conclusiones reafirman, de cierta manera, las posiciones de Ecuador y de Colombia frente a
Así, le da la razón a la versión de Bogotá de que solo aviones colombianos habrían participado en el bombardeo al campamento guerrillero. Además, las conclusiones de los investigadores ratifican las preocupaciones de
En resumen, y más allá de que tanto Bogotá como Quito rechacen una que otra conclusión de
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