Editorial
El País , Cali
Noviembre 30 de 2009
Ayer, los hondureños votaron para sacar a su democracia de la interinidad. El mundo entero estuvo pendiente de estos comicios, en lo que, curiosamente, lo de menos es saber si el candidato favorito, Porfirio Lobo, del movimiento opositor Partido Nacional, resulta elegido nuevo Presidente del país centroamericano.
Porque, sin importar cuántos hondureños salgan a votar, lo cierto es que estas elecciones, cuya fecha estaba fijada desde antes del derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, estuvieron presididas por un gobierno cuya legitimidad es cuestionada por la comunidad internacional, así Roberto Micheletti, el presidente de facto, se haya retirado temporalmente del poder.
Lo que ha sido motivo suficiente para que países encabezados por Venezuela y Nicaragua persistan en desconocer el resultado de las elecciones, tachándolas de maniobra para “legitimar el golpe de Estado”, como si esos países tuvieran la última palabra. Pese a ello, los hondureños salieron a votar con todo lo que ello implica, demostrando su voluntad de superar la crisis. Y tal vez la voz más sensata en todo este diferendo, la del presidente de Costa Rica, Óscar Arias, señaló que la opinión de los hondureños en las urnas no puede ser desconocida por la comunidad internacional.
Ahora, varios países manifestaron que si las elecciones transcurrían dentro de estándares internacionales de legitimidad reconocerían al gobierno que de allí surja como representante auténtico del pueblo hondureño. Lo que sería una salida digna de la grave crisis de la Nación hondureña. Como lo expresó un diplomático mexicano, refiriéndose a Micheletti y a sus amigos: “Ellos corrieron a un Presidente, pero luego corrigieron haciendo elegir a otro”.
Lo que, dicho en otros términos, significa que reconocer la legitimidad de las elecciones hondureñas no implica aceptar el golpe que destituyó a Zelaya. De lo que se trata es de atender al clamor del pueblo hondureño, ajeno a las maniobras palaciegas que llevaron al derrocamiento de Zelaya. Ayer expresó su opinión con consignas tales como: “Ni uno ni otro”, para referirse a que estaban descontentos con Zelaya y rechazaban los procedimientos de Micheletti.
Las elecciones de ayer permitieron esa salida, la más democrática y prudente en la difícil situación de interinidad en que se encontraba Honduras, así le duela a Venezuela y a sus socios del Alba, empecinados en que la crisis continúe, aunque le cueste dolor y sangre a los hondureños. Y así le moleste a Brasil, cuya embajada en Honduras se convirtió en fortín político donde Zelaya llamaba a la discordia.
Ayer, la participación de los hondureños superó el 60% del censo electoral. Hay que recordar que Manuel Zelaya, cuando fue elegido Presidente en el 2005, llegó al poder con un 44% de abstención. Así, el índice de participación no puede ser usado para desconocer la legitimidad del nuevo Presidente. Basta que haya sido elegido en un certamen democrático cuya transparencia sea constatada por observadores internacionales. El pueblo de Honduras ha hablado y hay que respetarlo.
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