Editorial
Diciembre 15 de 2009
No queremos satanizar la labor de las ONG de derechos humanos, pero es evidente que buena parte de los beneficios que el país pudo recibir si ya se hubiera aprobado el TLC se perdieron por cuenta de este cabildeo.
Ojalá no necesitáramos de la ayuda extranjera para poder desarrollar cualquier inversión en Colombia y, sobre todo, si esta se dirige a confrontar a los grupos armados ilegales, pero la realidad de nuestra economía es dura y de ahí que siempre hayan sido bienvenidos los dineros que entran al país para esta causa que debe ser de Estado y que se traduce en los golpes a las estructuras guerrilleras y de grupos organizados de delincuentes, principales violadores de los Derechos Humanos en el país.
Por eso el cabildeo que hacen ciertas Organizaciones no gubernamentales (ONG) en los gobiernos amigos para que no se le den a Colombia tales ayudas es una afrenta contra el país. Obviamente que se han presentado situaciones muy complejas en las que algunos miembros de las Fuerzas Armadas han delinquido o se han hecho los de la vista gorda ante los grupos de autodefensas y por eso varios están en líos judiciales, pero eso no nos puede tapar los ojos para comprender que el país necesita derrotar estas organizaciones de una vez por todas.
Está a punto de que el Congreso de los Estados Unidos apruebe el paquete de "inversiones extranjeras" que son los recursos de cooperación para todo tipo de programas que se entregan a los países aliados del gigante norteamericano. Entre ese grupo se encuentra el Plan Colombia, ideado por el gobierno del presidente Andrés Pastrana y que desde entonces ha sido un importante apalancador de la guerra contra los grupos ilegales y para erradicar los cultivos ilícitos.
No obstante, año a año se han ido sumando restricciones a esta ayuda. Para el presupuesto que se ejecutó este año se advirtió que la asistencia social no podía usarse para el apoyo a cultivos o procesamiento de palma africana que amenace la biodiversidad. Una precaución en la que se ve claramente la mano de algunas ONG que con su visión amañada tienen mejor recibo en algunos congresistas americanos que nuestros representantes legítimos, a pesar de que el mayor detractor de los Estados Unidos, Hugo Chávez, sea una amenaza real para Colombia.
Para este año, como es casi obvio, se prohíbe expresamente otorgar alguna ayuda al DAS y, como quien pone la plata pone las condiciones, sólo se autoriza la fumigación en los parques naturales en donde haya sembrados de cultivos ilícitos si media aprobación del Departamento de Estado. Esto se suma ya a los tradicionales condicionamientos de exigencia de respeto a los derechos humanos, algo que es muy lógico, y a la protección de grupos de personas tradicionalmente amenazados en el país.
La ayuda que espera recibir Colombia asciende a 522 millones de dólares, 20 millones menos que los recibidos este año y trae como novedad la inclusión de ocho millones de dólares para atender a la población refugiada en países vecinos, con lo que el Gobierno de los Estados Unidos accede a una petición de Ecuador.
No queremos satanizar la labor de las ONG de derechos humanos, pero es evidente que buena parte de los beneficios que el país pudo recibir si ya se hubiera aprobado el TLC se perdieron por cuenta de este cabildeo, y se han restringido las posibilidades de combatir con suficiencia a los grupos ilegales. Claro que para truncar esta aspiración legítima de Colombia han encontrado eco en la miopía de algunos congresistas estadounidenses que se olvidaron de la inmensa cuota de sangre que ha puesto el país, como ningún otro en la historia desde que se inició la lucha contra las drogas. ¿Será que la muerte de esos héroes del país no tienen el mismo valor para esas ONG que miran para un solo lado?
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