Alexander Cambero
El Tiempo, Bogotá
Diciembre 15 de 2009
Lanza agónicos aullidos desde el fondo de sus desdichas. Detrás del oscuro pelaje se esconde el hombre y sus miedos escalofriantes. En la exaltación del criminal universal se expresan claramente los graves problemas de conducta que ofrece el ciudadano encargado de regir los destinos de la nación.
El vestuario de Hugo Chávez está lleno de disfraces. Cada personaje tiene una historia en su piel de imitador. Se desdobla para buscar emular el coraje que tuvieron otros, que a pesar de sus ideas retorcidas, las defendieron con la sangre ardiente de unos testículos bien puestos. Él, cuando fue protagonista estelar, huyó hasta el último rincón del Museo Militar, dejando a sus subordinados con la encomienda de defender los principios de quien salió corriendo. Las piernas temblorosas y el lloriqueo incesante pincelando los terribles misterios del baño como guarida.
Ahora quiere justificar la performance de un asesino. Carlos Ilich Ramírez Sánchez representa un ícono para el terrorismo internacional. Sus múltiples acciones acabaron con la vida de muchos inocentes en nombre de la lucha palestina. Hugo Chávez reclama que El Chacal fue injustamente atrapado por la policía francesa, quienes con gran habilidad lo capturaron en la ciudad de Taif. Justo cuando regresaba a recuperarse de una intervención quirúrgica practicada en el hospital general de Jartum. La operación fue una obra maestra del espionaje. Carlos Ilich Ramírez Sánchez fue seducido por una hermosa mujer que resultó ser una agente del servicio secreto francés, quien lo hizo caer de manera inocente. Lo metieron en una bolsa de polietileno y de allí, en jet privado, rumbo a Paris.
Con su disfraz de lobo hambriento, Hugo Chávez quiere aparentar el coraje del que carece. Llega hasta el paroxismo de ensalzar las acciones de todo aquel que delinque contra la vida. Ama a los señores de la muerte y justifica cualquier acción en contra de aquel que piensa distinto. En su evangelio del demonio persigue de manera inmisericorde cualquier signo de libertad que enfrente su desenfrenada carrera hacia el comunismo. Su admiración por los asesinos es escatológica, una fascinación que lo hace gozarse en los funestos episodios que estigmatizaron a sus elegidos. Se adhiere a sus acciones, y hasta trata de justificar las actividades de estos creando su propia versión de los hechos. ¿Hasta dónde la turbación mental y el resentimiento social pueden hacen que Hugo Chávez se comporte como un vulgar delirante?
El guardarropa 'full' de trajes para plagiar. La barba de Fidel en la mesita de noche. Una boina roja con una pintura de un sonriente Ernesto Guevara. El armario con finos acabados ingleses tiene trajes de corte asiático para calcar el pálido rostro del presidente chino Hu Jintao Las gavetas están llenas de identidades de diversos países. Como se sabe, el presidente cree que nació en cada rincón en donde exista un terrorista. Los chacales buscan la protección monetaria de quien afila sus colmillos en menoscabo de la humanidad entera. Hugo Chávez siente que todos los sueños subyugantes que emanan de la pira socialista se inspiran en su mundo de relámpagos y truenos.
Piel de chacal para aullar como lobo rapaz. Su valentía está en entredicho, en donde nadie discute su habilidad como depredador, es asaltando los dineros públicos. Sus dentelladas son históricas, despedazando el suculento manjar que emana de la renta petrolera. ¡Pobrecita
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