Plinio Apuleyo Mendoza
El Tiempo, Bogotá
Febrero 5 de 2010
En la entrevista que Mario Vargas Llosa le concedió a María Isabel Rueda, el escritor peruano dijo unas cuantas verdades sobre el presidente Lula da Silva. Líder de una izquierda radical, al llegar al poder Lula no aplicó las recetas explosivas que predicaba en las plazas sino que, combinándolas con programas sociales, logró grandes éxitos con una política de apertura y libertad económica, la misma que los izquierdistas primarios suelen satanizar con el rótulo de "neoliberalismo".
Otro fue el cuento de Lula con su política continental: abierto apoyo a Castro, Chávez, Evo Morales y demás amigos del socialismo del siglo XXI. ¿Cómo explicar tal incongruencia? Realista dentro de casa, Lula supo conciliar socialdemocracia y liberalismo siguiendo los pasos de la tercera vía de Tony Blair. Pero de puertas para fuera, mantuvo fidelidad a sus amigos de extrema izquierda que formaron parte del funesto Foro de São Paulo creado por él en 1990.
Aunque socialista, Michelle Bachelet mantuvo estricta fidelidad a la política liberal que ha permitido a Chile situarse a la cabeza del continente en la vía hacia el desarrollo. Altos índices de crecimiento, disminución de la pobreza, expansión de la clase media y un Estado que en vez de controlar la economía permite que crezca gracias a la iniciativa privada. Pese a esto, para no perder su identidad de izquierda, la Presidenta chilena no tuvo reparos en condenar la deposición de Zelaya y apoyar las protestas de Chávez por la presencia de militares norteamericanos en bases colombianas. Su caso es parecido al de Lula.
Chávez, en cambio, sí aplicó en Venezuela las recetas propias de la izquierda primaria, con los resultados que conocemos: corrupción; pobreza; inseguridad (10.000 asesinatos por año en Caracas); escasez de alimentos; racionamiento de agua y electricidad; inflación galopante; devaluación del bolívar; expropiación de bancos, empresas industriales y agrícolas y ahora el comercio; supresión de canales de televisión; amenazas a Colombia y apoyo a las Farc y al Eln. Un total desastre. Chávez se inspira a la vez en la vía cubana y en el fascismo con sus milicias, sus fuerzas de choque y los nuevos ricos del régimen, su famosa 'boliburguesía'.
La verdad es que se está quedando solo. Salvo Evo Morales y Daniel Ortega, nadie quiere seguir su camino. Ni siquiera Correa. Los Kichner, sus amigos, andan de capa caída. Con Sebastián Piñera en el poder, pierde el apoyo de Chile. Es probable que también el de Brasil, si la candidata de Lula no gana las elecciones. De resto, lo que está en ascenso hoy en el continente es un perfil de centro (centroizquierda o centroderecha): el de Uribe, Felipe Calderón, Alan García, Martinelli en Panamá, Porfirio Lobo en Honduras y muy probablemente, quién lo diría, José Mujica en Uruguay y Funes en El Salvador. El propio Piñera, como bien lo anota Carlos Caballero Argáez, tiene un perfil ideológico de centro y no de derecha. Sólo busca fortalecer el sistema liberal dejado por la Concertación.
En Colombia la opción viable es la misma, si no hay desvíos populistas y clientelistas. Nuestra izquierda no tiene madurez para buscar el centro. Sus voceros, con alguna excepción, siguen mirando mal la apertura, la globalización, las multinacionales, el mundo empresarial y el libre mercado. Se aferran a las nacionalizaciones, el Estado lo es todo. Siguen fieles a las cartillas marxistas de su juventud. Y quien no piense como ellos es un reaccionario. Parientes ideológicos de Chávez y de las propias Farc siguen creyéndose hombres de vanguardia, sin darse cuenta de que se han quedado irremediablemente atrás. Su ideología y la realidad son incompatibles.
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