Vicente Torrijos
El Nuevo Siglo, Bogotá
Febrero 9 de 2010
Alfonso Cano, Daniel Ortega, la Familia Castro, Rafael Correa y Hugo Chávez están inconsolables.
No se hacían muchas ilusiones con el ex presidente Frei, pero al menos abrigaban la esperanza de que Chile siguiera comportándose como un país condescendiente, comprensivo y hasta complaciente con la Alianza Bolivariana.
En el fondo, ellos querían seguir aplaudiendo a los intelectuales chilenos encargados de perfilar el Consejo Sudamericano de Defensa con el fin de que perfeccionaran su tarea y se pudiera contener y torpedear la cooperación militar colombo-norteamericana.Para ponerlo en otros términos, ellos querían que los sectores radicales de la Concertación, siempre tan permeables al Movimiento Continental Bolivariano (copresidido por las Farc), siguieran de algún modo en el poder impidiendo que se cuestionara, se señalara o se condenara el expansionismo revolucionario.
Pero con Piñera en La Moneda se derrumbó el castillito de naipes y la neutralidad chilena se evaporó como por encanto.
En efecto, el nuevo Presidente conservará la intensa actividad comercial que ha caracterizado a Santiago en los escenarios globales, pero dejará atrás esa concepción política e ideológicamente ‘aséptica’ de la Concertación, de tal modo que dotará al país de una identidad clara en política internacional, lejos de las aguas tibias de la Socialdemocracia.
Para comenzar, Piñera ya puso los puntos sobre las íes y criticó sensiblemente “… la forma en que se concibe el modelo de desarrollo económico y la forma en que se concibe y se practica la democracia en Venezuela”.
Lo que, por supuesto, confirmó esos temores que, como se dijo al principio, tienen a los leninistas tropicales tan, pero tan desencajados, que su líder natural no encontró más opción que vociferar desde Caracas: “No se meta con nosotros, Sebastián Piñera. Póngase a gobernar Chile y no lo convierta en otra plataforma de ataque contra Venezuela”.
El problema está en que Chile es tan solo un eslabón más de la cadena de desizquierdización en América Latina. Primero fue Martinelli, en Panamá; luego, Lobo, en Honduras, y ahora vendrán Cobos o Macri en Argentina, y José Serra en Brasil. En pocas palabras, un nuevo horizonte para Unasur, para la OEA, para las Américas. Un horizonte de libertad y prosperidad compartida.
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